ESPECIAL 225 AÑOS DEL TEATRO PRINCIPAL
La lámpara de araña del Teatro Principal: "¡Que la suban, que la bajen, que no la toquen"
Hasta 1894, no se instaló la luz eléctrica en el Teatro Principal

Las últimas obras del Teatro Principal / MIGUEL ÁNGEL GRACIA
Sin alumbrado eléctrico la iluminación de la sala producía una bronca diaria. ¡Había que ver los trabajos que costaba subir y bajar la lámpara que pendía del techo! Todo el mundo esperaba un día una catástrofe al remover tantas veces el artefacto luminoso sobre la cabeza de los espectadores».
La araña tenía tres hileras de quinqués a su alrededor y estaban unidas por gruesas cuentas y colgajos de vidrio, rematado todo por un gran borlón de seda roja, tal y como la describía el cronista de la ciudad, José Blasco Ijazo. «Alumbrada la sala por unos cuantos pobres farolillos llenábase de brillantes resplandores cuando bajaban la araña. Descendía algunos metros, hasta que un ligero estremecimiento acusaba su definitiva situación. Y entonces arreciaban las protestas. Los unos querían ver el escenario por encima del molesto armatoste, los otros por debajo y ninguno se quedaba contento. Antes de detenerse la araña ya se oían los gritos: ¡Basta! ¡Qué no la bajen más! Cuando se paraba, acrecía el tumulto; ¡Que la suban! ¡Que la bajen! ¡Que no la toquen!».
El bueno de don Juanito
«La víctima de aquellos diarios escándalos resultaba siempre el director de la orquesta que amenizaba los intermedios, el bueno de don Juanito, un señor gordo, apacible y con una calva muy reluciente. En medio de aquella tremolina había que echarse al cuerpo la sinfonía de ritual entre gritos de esta índole: ¡don Juanito, que bajen la araña! ¡don Juanito, que la suban! ¡que no le vemos la calva don Juanito!», explicaba el cronista.
La campana de la cárcel de los Manifestados
«Por fin, sonaba la campana y se hacía el silencio. Aquella campana que servía para llamar la atención de los espectadores antes de subir el telón, tenía su historia ¡Ironías del destino!... Era la que había estado colgada en la cárcel de los Manifestados, la que se hacía sonar cuando se iba a ejecutar a los reos. A sus lúgubres tañidos de agonía, salió de la capilla el Justicia (Juan de) Lanuza para subir al cadalso. Pasados los años, no sé cómo fue a parar al Teatro Principal. Comenzada la representación y durante las primeras escenas, la colosal araña, indiferente a los odios despertados, se balanceaba rítmicamente, desesperando al público del gallinero con sus lentos vaivenes, mientras dejaba caer sobre los espectadores de butacas gota a gota, el contenido aceitoso de sus 54 quinqués», escribía el cronista. Hasta 1894, no se instaló la luz eléctrica en el Teatro Principal.
En un artículo de 1963 en ‘El Noticiero’, el cronista de la ciudad, José Blasco Ijazo, repasaba la historia del Teatro Principal con motivo del «bache» que estaba atravesando ese año el teatro, en el que quedaron desiertos los dos concursos de arriendo. De su amplio reportaje, recuperamos una anécdota sobre la lámpara de araña de la sala
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