ESPECIAL 225 AÑOS DEL TEATRO PRINCIPAL

Con la reforma de Pérez Latorre, el Teatro Principal se pudo considerar, por fin, totalmente terminado

La restauración que se acometió en el Teatro Principal de 1985 a 1987 es la que lo posicionó en la vanguardia técnica de los mejores coliseos de artes escénicas españoles

Obras en la sala durante la reforma de Pérez Latorre

Obras en la sala durante la reforma de Pérez Latorre / ARCHIVO

Zaragoza

A la lista de artistas y arquitectos que han puesto su sello personal en la construcción del teatro a lo largo de su historia, Vicente Martínez, Agustín Gracián, Agustín Sanz, José de Yarza, Ricardo Magdalena y Borobio y Beltrán, se unió en el año 1985 el arquitecto José Manuel Pérez Latorre. Su actuación, que mantuvo el coliseo cerrado durante dos temporadas, fue el punto y final definitivo. 188 años desde su inauguración, por fin el Teatro Principal se podía considerar totalmente terminado.

Pérez Latorre afrontó el proyecto como el denominaba, «con emoción». Tal y como él mismo explicaba en su artículo El muro y el Teatro publicado en la revista Artigrama en 1998: «Siempre, en cualquier proyecto de restauración, rehabilitación o reconstrucción es necesario establecer un diálogo con el edificio; es preciso hacerle un sinfín de preguntas, para intentar encontrar, sea bien desde el punto de vista de la estabilidad, de su uso o desde el formal, de qué manera ha de actuarse (…). Entre lecturas, memorias, actas del concejo, documentos en los distintos archivos, planos de casi todos los momentos del teatro, y planos del estado actual que levantamos desde mi estudio, empecé a conocer íntimamente el edificio del Teatro Principal. Dejó de ser ya sólo parte del paisaje de mi ciudad para ser algo con vida, siendo capaz de explicarme quién era y qué era lo que le había hecho así. Eso que me permitía actuar sobre él», escribía en la publicación.

Con ese espíritu, el arquitecto zaragozano afrontó diversos aspectos de teatro, tanto desde el punto de vista formal como de su uso. Lo fundamental de la intervención consistió en la modernización de todas las instalaciones técnicas que permitieran al Principal estar a la altura de los teatros más modernos de finales del siglo XX. 

La caja de escena

Entre ellas, según explica la biógrafa del teatro, Amparo Martínez, «se encuentra la actuación sobre la caja escénica. Pérez Latorre la levantó para que pudiera soportar más peso, tanto el peine como las varas. Actuó en el foso y contrafoso, y acometió la construcción de la sala o taller situada tras el contrafoso. Con estas obras se dio la posibilidad de montar decorados más complejos, que hubiera escamoteos, incluso agua; ya se podían traer escenografías más complicadas. Para el ballet, por ejemplo, es un escenario extraordinario». 

Unos camerinos «tremebundos»

Pérez Latorre hace una descripción desoladora de cómo encontró la zona de camerinos. «Los camerinos eran tremebundos. En ese momento entendí que era el tema fundamentar de mi intervención: la dignificación del artista, no en el momento de la ilusión, de la escena, sino antes y después. Este era no ya un problema técnico sino de dignidad humana para aquellos que con su trabajo ilusionaban nuestras vidas».

Según Amparo Martínez, «con la actuación en la zona de camerinos, los actores por fin tienen un espacio digno; ya disponen de salas de ensayo, de salas de descanso, en definitiva, de unos espacios confortables dotados de todo tipo de servicios».

La creación de este nuevo espacio de camerinos se hizo articulando las alturas del proyecto de Magdalena mediante un patio intermedio que, abierto de arriba abajo recibía iluminación cenital, doblando la posibilidad de espacio para camerinos. Todo ello lo reforzó con la construcción de una fachada interna y que «con un fuerte sentido teatral, recordara los orígenes del teatro en Occidente. A la cota en la que los actores tenían que moverse, Jorge Gay pintó un mural habitado por personajes, algunos de escala colosal, que correspondían al total del espacio y otros a escala natural, que pretendían confundirse con los actores que por allí pasaban», explicaba en su proyecto Pérez Latorre.

Las pinturas de Jorge Gay y José Manuel Broto

Según Amparo Martínez, lo que hace Jorge Gay con su obra es «generar para los actores un espacio de transición, un espacio donde pueden pasar de la realidad al mundo de la ficción; les construye un tránsito bellísimo que, afortunadamente, ya se puede ver gracias a las visitas guiadas que programa el Principal».  

En cuanto al vestíbulo, destaca la sustitución de una de las paredes de espejos que había por un gran mural del pintor zaragozano José Manuel Broto, titulado Zaragoza. Según explicaba Pérez Latorre en su artículo sobre Broto y Gay, «La elección de pintores como J. M Broto y J. Gay fue una manera de enriquecer patrimonialmente el depósito de pinturas que ya tenía el teatro. Era, en mi manera de entender, la aportación de los dos pintores más relevantes de ese momento, uno desde la abstracción y el otro desde la figuración».

José Manuel Broto, según palabras de Amparo Martínez, «hace algo bellísimo con su mural, y es que, respetando el clasicismo del acceso, provoca una ruptura visual con una obra moderna, abstracta, pero que se integra de forma natural y fluida en el conjunto».

Renovación interior y exterior

Fueron muchas las actuaciones estéticas y de mantenimiento que realizó Pérez Latorre en el interior, como la restauración de los palcos, sillerías (tanto las de Borobio como las de Magdalena), nuevos plafones de techo y lámparas también nuevas por todas las plantas. También en la entrada cambió el pavimento por mármoles negros y blancos. Construyó servicios nuevos y renovó las instalaciones eléctricas, las de aire y calefacción, entre otras actuaciones.

En cuanto al exterior del edificio, cambia la estructura metálica de cerchas triangulares por otra de forma curva y constreñidas a los muros del teatro del siglo XVIII, para dejar visibles cada uno de los espacios y los momentos históricos en los que el teatro fue construido.

En palabras de Amparo Martínez, «Pérez Latorre reparó los elementos del edificio más consolidados y con entidad estructural (fachadas, vestíbulos y sala de espectadores), modernizó las infraestructuras (deambulatorios, servicios de WC, escaleras de emergencia, caja escénica) y rehizo todo el sector de camerinos y de servicio escénico, que había sido una zona del teatro tradicionalmente mal resuelta en su forma y en su contenido. Después de esta intervención se ha convertido en un espacio ordenado en torno a un patio con iluminación cenital, que actúa como distribuidor-mirador y que, además, sirve para separar las salas de ensayo de los camerinos. La rehabilitación realizada por Pérez Latorre conservó las piezas del inmueble afianzadas históricamente y renovó los espacios secundarios y los de servicio, consiguiendo un correcto ensamblaje entre todos los elementos», concluye.  

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