Aragón abre camino en la zona cero de Catarroja
Más de 200 efectivos coordinados desde el puesto de mando del 112 Aragón trabajan en el municipio valenciano, donde vehículos, mobiliario, hierro y fango inundan las calles siete días después de las lluvias torrenciales

En imágenes | El operativo de Aragón continúa trabajando en Catarroja / Miguel Ángel Gracia
“Mami, ¡qué limpia está la calle!”, le dice el pequeño Gabi a Susana mientras mete las piernas bajo un achique de agua para quitarse el barrizal que le cubre las botas. Hace apenas unos meses que veraneaban en Aínsa, “en una casita con jardín y gatos” que llenaba de alegría a Vega, la hermanita del pequeño. Ahora la euforia infantil llega porque ya solo hay algunos charquitos de lodo delante de su puerta, la de su casa en Catarroja, justo en el sector III, en el que más de 200 operativos procedentes de Aragón trabajan de forma exclusiva.
Lo cierto es que la familia tiene suerte, y también es cierto que la calle aún no está limpia, pero para quien ha visto “casi dos metros de lodo” en el zaguán de su morada todo es relativo. Han pasado siete días desde que las lluvias torrenciales provocadas por una depresión aislada en niveles altos (DANA) asoló los municipios del sur de Valencia y solo algunas calles de Catarroja, como la suya, empiezan a recuperar su aspecto habitual.
En el resto, que son la mayor parte de las vías, un amasijo de muebles, vehículos, hierros y recuerdos se amontona en el centro de las calzadas mientras la maquinaria pesada aprovecha las noches para retirarla. No hay un solo local comercial o un bajo de un piso que haya resistido a la ola de barro en la zona cero. En el polígono industrial, donde se acumulan daños millonarios, los coches de concesionarios y particulares se agolpan como en el cajón de un niño.
“Esto es un desastre. Todos están afectados. Van a tardar meses en abrir de nuevo”, dice Elmamoun Bakraoui, marroquí de origen que trabajó durante diez años en el polígono industrial de Alcañiz antes de mudarse a Albal, una localidad del sur de Valencia. Es uno de los miles de voluntarios, muchos de ellos jovencísimos que llegan a pie desde otros municipios, que limpian palada tras palada el fango del pueblo.
En una calle paralela, que lleva por nombre el Trinquet, vecinos como Salvador critican que “nadie” les avisó de que llegaba el agua. “Hace 30 años, cuando la pantanada, gritaron por megafonía que los mayores no salieran de casa”, dice el hombre. Allí apenas hay un metro a cada lado de la calle para transitarla, y el amasijo de lo que antes ocupaba el interior de las casas alcanza los dos metros de altura. “Aquí los voluntarios ya no pueden hacer nada, sino que se necesita maquinaria pesada”, explica Jorge Barea, vecino de Aldaya, pero con ascendencia en Albentosa, lugar que su familia suele visitar. Es a lo que se dedicaba a media tarde de este martes, enviado por la empresa para la que trabaja, Tragsa.
“El objetivo principal era buscar y rescatar posibles víctimas humanas. Por el momento, en todas las zonas en las que hemos terminado de achicar agua no hemos encontrado ningún cuerpo. Y eso es un alivio”, señala Pablo Acebes, jefe del operativo del 112 Aragón en Catarroja, donde confluyen los efectivos autonómicos de los cuerpos de bomberos, policía, el operativo de incendios forestales, sanitarios del 061, psicólogos, unidades logísticas y recepción de medios.
Tres días para achicar 50.000 millones de litros de agua
No han encontrado víctimas, por ejemplo, en las dos plantas subterráneas de 10.000 metros cuadrados cada una que conforman el aparcamiento municipal bajo la plaza del ayuntamiento de Catarroja. “Llevamos tres días achicando agua sin parar, hemos sacado 50 millones de litros. En la primera planta tenemos confirmado que no hay víctimas y por el primer sondeo en la segunda, creemos que tampoco habrá”, expresa, satisfecho, Manuel Martínez, jefe de intervención de los bomberos enviados por la Diputación Provincial de Zaragoza.
Esa es una de las pocas alegrías que se llevan los efectivos, porque los momentos de zozobra aparecen con el cansancio. Los hay que “no saben por donde coger esto” justo antes de cambiar el turno e irse a descansar, que se relevan cada 12 horas (aunque varía según la organización de cada operativo), al hotel de campaña habilitado en Segorbe. Los hay que casi se echaron a llorar cuando pusieron un pie en la zona cero, como cuenta un efectivo de la BRIF de Lubia. Y los hay que se frustran cuando llevan dos días intentando achicar por completo un garaje particular y lo tienen que dar por imposible porque las bombas colapsan por la solidificación del barro.
Sin embargo, el fortín de rescate aragonés es un lugar coordinado. Es el sentimiento que impera entre jefes del operativo y efectivos. “Aquí es la primera vez que he experimentado un sentimiento de unión total entre todos los medios. Siempre se ha coordinado bien, pero el hecho de que se pidiera coordinar un sector en exclusiva ha funcionado”, cree Óscar Arrufat, jefe del operativo del equipo de bomberos de la Diputación de Teruel, que a mediodía cogía una furgoneta para llevar algunos envases de comida a los efectivos sobre el terreno.
Al anochecer, los relevos empiezan a llegar al Puesto de Mando Avanzado del operativo del 112 Aragón, ubicado cerca del cementerio municipal. Allí ya son conscientes de la relevancia del trabajo nocturno, mucho más efectivo porque el trasiego de vecinos y voluntarios, imprescindibles para limpiar el interior de las viviendas y comercios y repartir la ayuda humanitaria, dificulta el movimiento de los tractores y las retroexcavadoras. Por eso, al caer la noche, una cadena de agricultores, todos ellos voluntarios, iluminan las calles de Catarroja para aliviar el río de desechos que inunda la población.
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