la situación de los barrios de zaragoza

Los vecinos del parque Bruil, hartos: «La gente viene al barrio con miedo»

Los problemas de convivencia y la delincuencia han aumentado desde el covid

Personas sin hogar en los alrededores del albergue. A la izquierda, un hombre con un bebé en brazos.

Personas sin hogar en los alrededores del albergue. A la izquierda, un hombre con un bebé en brazos. / RUBÉN RUIZ

Iván Trigo

Iván Trigo

Zaragoza

En el patio lateral del Centro de Historias de Zaragoza decenas de personas esperan a que caiga la noche para buscar un sitio en el que dormir. La imagen resulta impactante y dura, pero es la realidad con la que conviven los vecinos del entorno del parque Bruil, que llevan años alertando de la degradación que sufre esta zona de la capital aragonesa. Los primeros damnificados, obviamente, son los que tienen que dormir al raso. Pero sus condiciones de vida acaban generando problemas de convivencia que, desde la pandemia, «se han incrementado exponencialmente». «Hay robos, peleas, suciedad. La situación no se sostiene y el ayuntamiento no pone las medidas suficientes para solucionarla».

Hablan Luis Bernad y Santos Gil, representantes del Colectivo Parque Bruil, una entidad que nació hace ya más de un año con el objetivo de organizar a los vecinos y alzar la voz contra las dificultades del barrio. El problema, admiten, es complejo, pero una cosa está clara: ha ido a más. El Albergue, uno de los recursos habitacionales del ayuntamiento para las personas sin hogar, abrió sus puertas hace ya varias décadas «y antes no daba estos problemas».

4 | FOTOS: RUBÉN RUIZ 
1.- GRUPO DE VIVIENDAS DE ALOY SALAS.
2.- PERSONAS SIN HOGAR EN LOS ALREDEDORES DEL ALBERGUE. A LA IZQUIERDA, UN HOMBRE CON UN BEBÉ EN BRAZOS. 
3.- BASURA EN LAS CALLES.
4.-  UN HOMBRE LLEGA A LOS PORCHES EN LOS QUE PASARÁ LA NOCHE.
5.- ENSERES DE UNA PERSONA SIN HOGAR ACUMULADOS EN LA PUERTA DEL CENTRO DE HISTORIAS. 
6.- PUERTA DEL ALBERGUE. 
7. - TRES HOMBRES BEBIENDO EN UN BANCO AL LADO DEL PARQUE BRUIL DE ZARAGOZA.

4 | FOTOS: RUBÉN RUIZ 1.- GRUPO DE VIVIENDAS DE ALOY SALAS. 2.- PERSONAS SIN HOGAR EN LOS ALREDEDORES DEL ALBERGUE. A LA IZQUIERDA, UN HOMBRE CON UN BEBÉ EN BRAZOS. 3.- BASURA EN LAS CALLES. 4.- UN HOMBRE LLEGA A LOS PORCHES EN LOS QUE PASARÁ LA NOCHE. 5.- ENSERES DE UNA PERSONA SIN HOGAR ACUMULADOS EN LA PUERTA DEL CENTRO DE HISTORIAS. 6.- PUERTA DEL ALBERGUE. 7. - TRES HOMBRES BEBIENDO EN UN BANCO AL LADO DEL PARQUE BRUIL DE ZARAGOZA.

«Desde la pandemia la cosa ha empeorado. Hay mucha gente que no quiere entrar al Albergue porque son dependientes de alguna sustancia y dentro no les dejan consumir ni beber. Entonces se quedan en los alrededores». «Muchos tienen patologías mentales y necesitan atención. Nosotros entendemos que ellos no tienen la culpa, bastante tienen con lo que tienen, pero el ayuntamiento debe garantizar la seguridad y el bienestar tanto de los vecinos como de quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad», piden.

El tráfico de personas en todo el entorno del Albergue es constante. Más allá del patio del Centro de Historias, donde comparten espacio menores con personas «que van muy pasadas», el parque Bruil y los porches de los edificios de viviendas son los otros espacios que también sirven de salón de estar para todas estas personas. Son las 17.00 horas. «Mira, hoy han empezado pronto, esos están ya de botellón», dice Luis mirando a tres hombres sentados en un banco con varias bolsas a su alrededor. «El problema es que se emborrachan, gritan, se pelean, dejan todo perdido y sucio...».

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En los últimos meses, las noticias desagradables se han sucedido. «A los de la carnicería les han reventado la cristalera y el del bar Isabello ya ha tenido que cambiarla también dos o tres veces. Le vuelven loco al pobre», explican.

José Luis es vecino de la zona y es taxista: «Hace poco entraron al garaje y reventaron tres taxis. Debían creer que guardamos ahí la recaudación y los abrieron rompiendo las lunas», cuenta. «A un comercial que vino al barrio hace poco también le abrieron el coche y se lo desvalijaron en lo que tardó en comer», añade Santos. «Y a mi hija la estaban esperando detrás de un coche cuando llegaba a casa y le tocaron el culo», cuenta también. «La gente viene con miedo. Yo siempre pido que me avisen cuando llegan y cuando se van», dice.

En los porches del andador Reina Esther, aseguran los vecinos, cada noche duermen al raso entre «30 y 40 personas». «Hay uno que los organiza y les dice dónde se tienen que poner cada uno». Además de dormir, aquí hacen sus necesidades, comen y beben. «El ayuntamiento dice que no es verdad. Aquí viene un coche de la Policía Local todos los días a las 21.00 y cuando se va es cuando empiezan a llegar». En estos campamentos improvisados, situados bajo las viviendas de los vecinos, se han llegado a provocar incendios por el encendido de fogatas y también se han encontrado jeringuillas. «Es una zona con niños, el parque Bruil está al lado», lamentan. 

Todos estos porches son espacios privados pero de uso público, por lo que son las comunidades de propietarios las que deben encargarse de su limpieza a cambio de nada. Los vecinos piden –una reclamación que han llevado incluso al Justicia– que les permitan vallar los porches y dejar tan solo un pasillo libre por el que poder cruzar por debajo de los edificios, pero limitando el espacio libre para evitar campamentos. 

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Pero este no es el único problema que tiene el barrio. La degradación social y urbana, así como la delincuencia y las peleas, no tienen un único foco. En el grupo de viviendas Aloy Salas, un único gran propietario posee «entre 400 y 500 pisos», afirman los vecinos. «Por lo menos diez portales», cuenta. «Y no los rehabilita ni hace obras desde hace mil años».

Esto provoca que se alquilen barato, por lo que la población que acaba llegando a la zona son personas sin recursos o con situaciones de vulnerabilidad y, conforme se van sumando los casos, aumentan las posibilidades de exclusión y guetificación. «Hay de todo. Viven muchas mujeres viudas que, con su pensión no les da para más, pero también okupas, peleas, narcopisos, prostitución...». «Han entrado a robar hasta en la iglesia. Se llevaron el libro de los Evangelios y lo encontró después una vecina tirado en un contenedor», cuentan Luis y Santos. Desde el Colectivo Parque Bruil piden además aumentar las partidas de rehabilitación de viviendas, que no han llegado a todo el barrio. 

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En toda esta zona, además, el comercio es casi inexistente. No hay locales en muchos bajos y, donde sí los hay, hay muchos autónomos que ya se han marchado. «Aquí ya no abre nadie».

El paseo termina junto a la fábrica de armas que Instalaza mantiene en el corazón de Tenerías. «Aquí hay un aparcamiento en el que hacen lo que quieren. Desguazan coches, desmontan patinetes...». «Estamos hartos», lamentan cuando ya ha caído la noche. «¿Sabes salir del barrio, no? Ten cuidado», dicen al despedirse. 

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