ZARAGOCEANDO

La Casa Blanca tiene rival y está a orillas del Canal Imperial

La Casa Blanca, que da nombre al barrio en el que se sitúa, es hoy un centro de divulgación dedicado a la importante gestión del agua que hace la CHE

Iván Trigo

Iván Trigo

La Casa Blanca, en Washington, es el centro del poder político en occidente y tendrá desde mañana un nuevo inquilino. Con el regreso a la presidencia yanqui de Donald Trump, los ojos de todo el mundo van a estar pendientes de las decisiones que se tomen en esta singular construcción. Pero lo que quizá no saben los zaragozanos es que otra casa blanca, esta situada mucho más cerca, ha sido mucho más relevante para el desarrollo de la capital aragonesa y de todo el entorno del área metropolitana de la ciudad. Se trata de la almenara y esclusas de San Carlos, en Vía Ibérica, una construcción propiedad de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) crucial en el desarrollo de la urbe.

Hoy en día, el oficialmente denominado Espacio Hidrológico Casa Blanca, o simplemente Casa Blanca situado en el barrio al que da nombre, es uno de los espacios divulgativos de la CHE en los que se explica la importante labor que realiza la confederación en la gestión del agua. En la visita se aprende tanto de historia como del trabajo que se realiza en la prevención ante las riadas y el reparto de los recursos hidrológicos de la cuenca.

El origen de la Casa Blanca está unido con la construcción del Canal Imperial de Aragón, una obra faraónica proyectada en el siglo XVIII pero que surge de una idea anterior: en 1529 un plan quiso conectar mediante un canal el mar Cantábrico con el Mediterráneo –un eje que sigue sin estar cubierto– para favorecer el comercio en la península Ibérica. La idea decayó por su complejidad y coste, pero fue rescatada 250 años después, cuando la Ilustración promovió el desarrollo científico y tecnológico de la sociedad.

Así, no sin oposición a un proyecto que se seguía considerando un imposible, se le asignó a Ramón Pignatelli la dirección de unos trabajos que finalmente iban a consistir en la creación de un canal que uniría Tudela con Fuentes de Ebro (110 kilómetros). El objetivo ya no era tanto unir el Cantábrico con el Mediterráneo, sino favorecer el comercio en el eje del Ebro y, sobre todo, crear tierras de regadío en los secos parajes esteparios de los alrededores de Zaragoza.

No sin problemas, Pignatelli consiguió que el Canal Imperial llegara a Zaragoza en el año 1786. Decidido a dejar en evidencia a sus críticos, el ilustrado levantó en Zaragoza la que llamó la fuente de los Incrédulos, un monumento que sigue en pie y que está dedicado a todos los que creyeron que esta obra hidráulica jamás iba a llegar a buen puerto.

En una inscripción sobre la fuente, todavía hoy se puede leer en latín: «Incredulorum convictioni et ventorum commodo (Para la convicción de los incrédulos y la comodidad de los viajeros)». Un zasca en toda regla a los que nunca se fiaron de don Ramón.

A la altura de esta fuente, el canal tiene que superar un salto de más de seis metros de altura, algo que lo hacía impracticable para los botes que debían navegar sus aguas. Así pues, se construyeron unas esclusas, las de San Carlos, que hoy en día están rehabilitándose con el objetivo de que vuelvan a operar para demostrar a los visitantes cómo funcionaban.

Tienen el mismo mecanismo que existe, por ejemplo, en el Canal de Panamá. La barca que llega entra en un primer compartimento donde el agua está al mismo nivel. Entonces se cierra una puerta y comienza a vaciarse esta enorme bañera, consiguiendo así que el baje la línea de flotación hasta que coincide con la altura que hay aguas abajo.

Centro de negocios

Junto a esta obra de ingeniería hidráulica se levantó, ahora ya sí, la protagonista de esta historia, la Casa Blanca, un edificio que se convirtió pronto en un importante centro de negocios. El Canal no solo traía agua potable hasta Zaragoza y daba de beber a la huerta de la zona, sino que era también una importante vía comercial por la que llegaban desde el norte de España mercancías como trigo y telas. Y gracias al canal, mucho más fácil de surcar que el Ebro, los viajeros tardaban solo 16 horas desde Tudela cuando antes el viaje podía ser de una semana.

Y esta casa era donde se recepcionaba todo, puesto que allí había un puerto. Dentro de edificio había una hospedería para los mercaderes y cuatro molinos que se movían gracias a la fuerza del agua que daban de comer a buena parte de Zaragoza. Es decir, gracias al canal llegaba el grano pero también se convertía en harina.

Durante las guerras napoleónicas, el edificio cobró un trágico protagonismo. Con el inicio del segundo sitio de la ciudad (diciembre 1808-febrero 1809). Palafox trató de retener esta posición para asegurarse que seguía recibiendo mercancía y alimento para la ciudad, pero los franceses apenas tardaron horas en hacerse con la Casa Blanca. Los defensores huyeron y dejaron atrás armas y munición en una construcción que acabaría convirtiéndose en el cuartel general de los invasores. Aquí, en la Casa Blanca, se firmó la capitulación de la ciudad cuando Zaragoza dijo que no podía más.

Con el paso de los años, los usos del canal fueron variando. En el siglo XIX la rica burguesía de la ciudad, asentada en la zona de Torrero, gustaba de utilizar el cauce como lugar de recreación. Por allí paseaban con barcas que adornaban con la moda de la época: el estilo veneciano. Y así acabó llamándose Puerto Venecia un puerto del canal que había cerca de Torrero. ¿Les suena?

En 1895 se inauguró en la Casa Blanca la primera central de energía hidroeléctrica de Zaragoza, de la que salió la primera chispa de electricidad que alimentaría una bombilla en Zaragoza. Todavía hoy este lugar abastece de luz a unas 800 familias en la capital aragonesa.

Hoy, dentro de la Casa Blanca se explica que, gracias a un embalse que está entre Burgos y Cantabria tenemos agua los zaragozanos; que fue el ilustre Joaquín Costa el que promovió el aprovechamiento hidráulico de los ríos y que fue quien propuso la unidad de cuenca como método de gestión; que la Confederación Hidrográfica cumplirá el año que viene 100 años y que su primer presidente fue Manuel Lorenzo Pardo; que el SAIH resulta indispensable para poder prever situaciones de peligro por inundaciones; y, con una enorme maqueta que recrea el pantano de La Peña, se aprende cómo aprovechamos el agua, un líquido esencial para nuestro desarrollo y que en Zaragoza tiene casa y es blanca. 

Tracking Pixel Contents