A Fondo | Orgullo de Barrio
La lucha por el transporte público, el derecho a la vivienda y la solidaridad está grabada a fuego en el ADN del movimiento vecinal

Numerosas personas, el año pasado, en el parque Tío Jorge de Zaragoza durante la celebración de la Cincomarzada. / Miguel Ángel Gracia
Arturo Sancho Royo
El próximo mes de abril se cumplirá el primer año de legislatura para varias de las personas que componemos el actual secretariado de la FABZ y el primer año de presidencia para quien escribe este artículo. Este primer curso ha sido un año en el que el movimiento vecinal ha tenido mucho protagonismo, en nuestra ciudad y fuera de ella.
Un año de revitalización de las luchas vecinales amplificado por el éxito y la repercusión de la película El 47, que cuenta la historia concreta del barrio de Torre Baró en Barcelona, pero que es una historia universal que pertenece a la totalidad del movimiento vecinal. La lucha por el transporte público, la lucha por el derecho a la vivienda, la necesidad de organizarse y la solidaridad entre los de abajo son temas que están grabados a fuego en el ADN del movimiento vecinal.
Escribo este artículo a las puertas de la celebración de la fiesta popular y reivindicativa por excelencia de la ciudad: la Cincomarzada. Fiesta que, como todos los años, organizamos desde la FABZ. Este año el lema que hemos elegido es el que da título a este artículo: Orgullo de Barrio. Hay muchas amenazas sobre nuestros barrios que podrían merecer encabezar nuestra lista de reivindicaciones prioritarias que cada año entregamos a las autoridades municipales: la tala en los pinares de Venecia por la ampliación del Parque de Atracciones, las servidumbres de la necesidad de financiación del nuevo campo de fútbol en la zona del skate park en Vía Hispanidad, los conflictos en torno a las líneas de bus, los cambios de usos de suelos de equipamientos a viviendas, el grave deterioro de la Atención Primaria…
Eso por no hablar de otras amenazas más globales que también se ciernen sobre nuestros barrios y sobre nuestros corazones, como las matanzas y la limpieza étnica en Palestina, la guerra de agresión rusa en Ucrania, el ascenso del totalitarismo de ultraderecha en todo el mundo y su estela de racismo y machismo.
Todo eso está ahí, sí
Pero también estamos nosotros y nosotras, viviendo en nuestros barrios, creando día a día espacios de convivencia, de ayuda mutua, de igualdad e integración, de generosidad. Espacios en los cuales no sobra nadie, y en los que se plantean proyectos y soluciones que proponemos a quienes toman las decisiones. Si quieren, claro, ellos deciden. Pero estamos firmemente convencidos de que los gobiernos que tienen en cuenta la participación ciudadana realizan políticas públicas mucho más justas y eficaces que los que no.
A punto de llegar al ecuador de la legislatura, la segunda consecutiva del partido popular apoyado por Vox, cada vez se ven más las costuras de sus políticas. La primera legislatura, además de arrastrar las inercias de dieciséis años de gobiernos de izquierdas, estuvo marcada por la pandemia del covid. A la inauguración de proyectos anteriores, como la reforma del Mercado Central, la conversión de calles en plataforma única o la paulatina sustitución de autobuses de combustión por eléctricos, se sumó una ciudadanía exhausta por la pandemia. Seis años después de acceder a la alcaldía, el modelo de ciudad que propone el equipo de gobierno del partido popular es evidente, como es igual de evidente que no gusta a muchos vecinos y vecinas de Zaragoza que responden con organización y movilizaciones.
Un modelo que pone el foco, sobre todo, en los grandes proyectos, mientras los barrios languidecen por falta de una visión integral de los problemas. Está bien y es necesario hacer inversiones en los barrios, pero mucho mejor es hacerlas con participación y atendiendo a las necesidades que se demandan desde esos propios barrios. Y creo que la alcaldesa lo intenta, en el debate del estado de la ciudad regó su discurso con anuncios de obras en los barrios, pero el problema es que su modelo no es el de lo cercano, la participación y lo comunitario. Como hubiera dicho mi abuela, no se puede estar en misa y repicando.
No se puede querer hacer un megaproyecto de campo de fútbol y mantener el skate park y los campos de Vía Hispanidad; no se puede querer hacer un gran proyecto de cine en la antigua fábrica de Giesa y destinar fondos a la necesaria rehabilitación de los bloques de Andrea Casamayor; no se puede querer que la plaza del Pilar sea un escenario constante de eventos y festivales y mantener el Plan Integral del Casco Histórico que ataje la degradación del Gancho y la Magdalena; no se puede poner el foco en hacer de Zaragoza una ciudad de atracción masiva del turismo y que acceder a una vivienda no se convierta en una angustia constante.
Es cuestión de modelos y mientras muchos barrios tradicionales se degradan día a día ante la falta de políticas continuadas y los nuevos desarrollos ven cómo los servicios les llegan a cuentagotas, si les llegan, el presupuesto de la ciudad cada año es más alto que el anterior. El movimiento vecinal mostramos con orgullo nuestra identidad de barrio y luchamos por aquello que mejore nuestras condiciones de vida y las de nuestros vecinos y vecinas. El próximo miércoles 5 de marzo lo volveremos a celebrar en una nueva edición mostrando nuestro Orgullo de Barrio, ese orgullo que lucha por un modelo de ciudad que mire a los barrios y cuide a su gente.
La Cincomarzada es la fiesta popular y reivindicativa de Zaragoza, una fiesta única en toda España, patrimonio inmaterial del movimiento vecinal. Y la mejor forma de sentir orgullo por la fiesta es vivirla y disfrutarla cada año como decenas de miles de zaragozanos y zaragozanas hacemos.
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