El Pilar, un edificio en el quirófano: "Hace falta un médico que dirija la operación, pero son clave las manos de los enfermeros"
El director de la Fundación Santa María de Albarracín explica las condiciones de la preservación del patrimonio

Felirgeses este pasado lunes observando los daños en una de las cúpulas de Bayeu. / Laura Trives

Las joyas del patrimonio aragonés son un elemento que concentra la historia de las ciudades. Pero debido a su antigüedad, muchas se comportan como enfermos que requieren de un cuidado constante. Para atenderlas, "no solo hace falta un médico experto que dirija la operación, sino también unas manos expertas que, con mucha sensibilidad, sepan en todo momento qué es lo que hay que hacer". Y en el caso del Pilar esa será una de las claves de la restauración de una basílica que comienza a tener achaques propios de la edad.
La caída el pasado fin de semana de un trozo de pintura de una de las cúpulas pintadas por Ramón Bayeu es tan solo un síntoma más de la necesidad de intervenir en el templo, una exigencia que se hizo patente hace ya tres años cuando se desprendieron de las torres hasta tres cascotes en pocos meses. En este tipo de situaciones, los expertos en patrimonio explican que una de las claves es "la prevención y el mantenimiento permanente, aunque una cosa es lo que se pone sobre el papel y otra es llevarlo a cabo". "El día a día es muy complicado, siempre hay algo que hacer. Cuando arreglas una ventana que no cierra te sale una gotera".
Habla Antonio Jiménez, director gerente de la Fundación Santa María de Albarracín, una entidad experta en gestión y restauración del patrimonio y la encargada de mantener hasta 14 bienes monumentales, entre los que destacan museos, palacios y templos del que es considerado uno de los pueblos más bonitos de España.
Esta fundación ha sido la encargada, a través de su Centro de Restauración, de devolver el esplendor de algunas joyas del patrimonio de todos como son la propia catedral de Albarracín y el castillo de esta ciudad medieval. No obstante, Jiménez señala que "el tratamiento que reciben los monumentos más simbólicos debe ser el mismo" que el otras construcciones más humildes. Y para el Pilar esto también vale. "El valor se lo da la sociedad, pero el trabajo que se tiene que realizar es el mismo que en una pequeña ermita. La enfermedad es la misma y las soluciones, similares", cuenta este experto.
"En buenas manos"
Para tratar estas enfermedades, insiste Jiménez, es importante primero contar con un "buen médico". "Y me da la impresión de que el Pilar está en buenas manos", añade en referencia al arquitecto encargado de la restauración del templo, Javier Ibargüen. "Pero no son menos importantes las manos de los que tratan directamente al enfermo, que son los enfermeros que día a día están pendientes y que pueden alertar al médico si es necesario. Su trabajo es decisivo. No se puede entrar a saco. Es la diferencia entre que una restauración salga bien o salga mal", explica.
Esto mismo lo relatan fuentes del Cabildo Metropolitano de Zaragoza, propietario del templo mariano. "Intervenir con urgencia no es hacerlo con precipitación", explica el portavoz de la institución eclesiástica, José Antonio Calvo. El arquitecto de la basílica ha revisado esta misma tarde el subsuelo de la zona en la que se desprendió un trozo de la cúpula situada encima. "Y según ha constatado se pueden colocar andamios para llegar hasta la bóveda", explica.
El proyecto de intervención será recibido "no antes de la semana próxima", pero el arquitecto Ibargüen ya se encuentra redactándolo.
En este tipo de intervenciones es fundamental el tratamiento de los materiales. En el caso de los operarios del Centro de Restauración de la Fundación Santa María de Albarracín, estos están acostumbrados a trabajar con morteros de cal, yeso y madera, materiales habituales en la zona. "Pueden considerarse más humildes y pobres que otros como la piedra, el granito o el mármol, pero son los materiales que se dan en la zona y forman parte de lo que hoy se llama bioconstrucción", cuenta.
En el caso del Pilar, los materiales utilizados, sobre todo en el exterior, tampoco pecan de ostentosos. El ladrillo es el principal elemento constructivo del templo y no resiste tanto como el granito de las grandes catedrales góticas. "Pero es lo que le da su singularidad y con eso hay que trabajar", explica Jiménez.
Además de los materiales y de la complejidad de mantener edificios enormes en constante revisión, otra dificultad de este tipo de labores como las que ahora tiene que afrontar el Cabildo Metropolitano de Zaragoza es la financiación. "Es innegable, son edificios caros de mantener, pero depende de cómo lo veamos. El Pilar es patrimonio, pero también es un recurso. Y si quieres que la vaca siga dando leche tienes que alimentarla. En Zaragoza, la basílica es la referencia de la ciudad y por mucho que cueste mantenerlo, su conservación también repercute en la economía de toda la ciudad".
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