Especial 23A
25 años de obras en Zaragoza: la época dorada que transformó la capital del Ebro
La capital aprovechó el tirón de la Expo para afianzar un proceso de cambio y crecimiento que comenzó con el impulso del aeropuerto, la llegada del AVE y remató con la línea 1 del tranvía

El tercer cinturón con la estación Delicias de fondo en una imagen del verano de 2008. / EL PERIÓDICO

Mirar al pasado de Zaragoza es mirar al 2008, cuando la ciudad cambió por completo. El antes y el después de la capital aragonesa tiene nombre de Expo, la del agua. El momento dorado de una ciudad que, mientras la crisis empezaba a hacer de las suyas, permitió que Aragón creciera desde su capital, protagonista durante aquel verano.
Para llegar con grandeza a la cita, la capital comenzó a diseñarse mucho antes. El futuro de Zaragoza empezó a trazarse antes de los 2000, año en el que comenzaron a florecer los cimientos de la que sería la estación intermodal de Delicias por la que a lo largo de sus más de dos décadas han pasado millones de pasajeros y que se completa con el aeropuerto, otra infraestructura clave que ha conectado al epicentro de Aragón con el resto de España.
Se dice que la situación geográfica de la capital la convierte en única, cerca de las principales ciudades de negocios, como Madrid, Barcelona, Valencia o Bilbao. A caballo entre el norte y el sur, su ubicación privilegiada ha permitido que la urbe sea un polo de atracción de grandes inversiones, como la del grupo Inditex, por no hablar de los centros de datos, con proyectos milmillonarios.
Un nutrido empuje empresarial que ha convertido a la terminal de Garrapinillos en un referente en el tráfico de mercancías, siendo el tercero en el ranking de Aena tras la insuperable Madrid y coqueteando constantemente con el segundo del top 3, El Prat de Barcelona. Su demanda y, sobre todo, sus expectativas de crecimiento obligan a ampliar la terminal de carga, la sexta de Garrapinillos que contará con una extensión de 18.500 metros cuadrados y 34 muelles de carga que permitirán ganar eficiencia y agilidad en la carga y descarga de mercancía.
Un aeropuerto de llegada y salida de carga (y pasajeros, aunque de forma más modesta) que exige buenas comunicaciones por carretera, conectadas a dos circunvalaciones de éxito en la ciudad, la Z-40 y la Z-30, la primera en llegar.
El tercer cinturón y el cambio de la movilidad
Hay que remontarse al año 2002 cuando, con un año y medio de retraso, se inauguró el tercer cinturón. Diseñado 60 años atrás, hicieron falta 13 años de tramitación, 74 millones de euros de inversión y cuatro gobiernos sucesivos en Madrid. Fue el popular José Atarés el encargado de cortar la primera cinta de este anillo de 11 kilómetros que se finiquitó en 2008, con Juan Alberto Belloch de alcalde.
Su construcción permitió reorganizar el tráfico de la ciudad, desviando cientos de coches cada día por esta circunvalación que con los años y el correspondiente crecimiento de la capital han ido engullendo los barrios. Muy demandado desde el primer momento, se diseñó con un propósito muy claro, reducir hasta un 15% el tráfico del centro de la capital, sobre todo en la plaza Paraíso y sus ramales, objetivo que pronto se alcanzó.

Pasajeros bajan de un AVE en la estación Delicias. / EL PERIÓDICO
Ese mismo año, en 2002, entró en funcionamiento el primer tramo de la Z-40, la autovía de circunvalación de Zaragoza que se construyó por fases y se completó en 2008. Una vía que conecta las principales carreteras nacionales y autovías, lo que ha permitido mejorar la circulación en los alrededores de la capital aragonesa y acercarla a otras ciudades.
La llegada de la Alta Velocidad
Un año más tarde, en octubre de 2003, se coló por la ciudad el primer tren de Alta Velocidad, todo un hito que coincidió con la inauguración oficial de la estación intermodal de Delicias, inacabada por aquel entonces y a pleno rendimiento para el año de la Expo.
Inicialmente, este proyecto surgió con el propósito de hacer frente a las nuevas necesidades creadas tras el recién estrenado trazado de alta velocidad Madrid-Barcelona. Pero la infraestructura se aprovechó para reordenar todo ese ámbito, hasta entonces convertido en una brecha urbana que separaba los barrios de Delicias y La Almozara y que, a día de hoy sigue en plena ebullición, con varias urbanizaciones en construcción que completarán el llamado barrio del Ave.
Su construcción costó 237 millones, aunque posteriormente ha requerido de más inversiones, y supuso el punto y final para el Portillo, que dejó de ser estación tras paralizar el tráfico ferroviario y pasar a convertirse en una terminal subterránea para el servicio de Cercanías, también en mayo de 2008.
El Cercanías y la línea 1 del tranvía
Su reapertura permitió recuperar un nodo ferroviario histórico, conectando zonas del oeste y sur de Zaragoza como Casetas, Utebo, Delicias y Miraflores, inaugurada esta última también en 2008. Para la de Goya hubo que esperar hasta 2012, una zona especialmente importante por su conexión con la línea 1 del tranvía.

Obras de construcción de la lína 1 del tranvía de Zaragoza en la plaza Paraíso. / EL PERIÓDICO
Llegó cuando parecía que la crisis iba a frenar en seco todas las grandes inversiones y conectó el eje norte-sur en su totalidad en 2013, cuando se completó la segunda fase (la primera fue en 2011). Un medio de transporte de alta capacidad que no solo cambió los hábitos de los zaragozanos, sino que revalorizó todo su eje. Con una inversión de 345,5 millones de euros, los 12,1 kilómetros de línea se recorren en algo más de 40 minutos y su puesta en marcha tuvo una repercusión directa y rápida, con una reducción del tráfico de un 30% en el centro. El año pasado superó por primera vez los 30 millones de validaciones en 2024.
La transformación de Zaragoza en estos 25 años se ha conseguido gracias a la colaboración institucional, con la implicación del Estado, el Gobierno de Aragón y el ayuntamiento que, de la mano, invirtieron en la evolución y crecimiento de una capital que ahora aspira a tener 800.000 habitantes.
Una colaboración que permitió conectar a la ciudad en apenas hora y media con Madrid y Barcelona gracias a la alta velocidad y preparar nuevas vías de circulación para empezar a rediseñar el interior de la urbe, reduciendo los carriles de coches en las avenidas y calles principales, como Independencia o Gran Vía y comenzando un proceso de pacificación una vez que se logró desviar el tráfico a sus anillos.
Todo ello pensando en una cita que sería clave y otro ejemplo del resultado del trabajo colaborativo entre administraciones: la Expo del Agua, la muestra internacional en la que se invirtieron más de 2.000 millones, el 70% financiados por el Estado.
Ese año, 2008, Zaragoza lució acabadas todas aquellas infraestructuras que años antes empezaron a tejerse y que se mezclaron con otras construcciones convertidas en arte y con nombre propio, como el Pabellón Puente, el Pabellón de Aragón, el de España o la Torre de Agua, que ahora el Gobierno de Aragón quiere convertir en un «faro logístico».
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