Pendientes de diseño contra los prejuicios: la firma de diseño que se ha instalado en mitad de Zamoray-Pignatelli

La firma zaragozana Prokö, cuyos pendientes se han hecho famosos en la comunidad, está implantada en la calle Agustina de Aragón, en el corazón de una de las zonas más degradadas de la capital aragonesa

Patricia, junto a alguno de sus diseños, en la tienda de la calle Agustina de Aragón que inauguró hace casi un año.

Patricia, junto a alguno de sus diseños, en la tienda de la calle Agustina de Aragón que inauguró hace casi un año. / EL PERIÓDICO

Iván Trigo

Iván Trigo

Zaragoza

El comercio local hace barrio. Sin tiendas ni tenderos, las calles lucen vacías, apagadas y los espacios de convivencia vecinal decaen. Por desgracia, hay zonas en la capital aragonesa que no destacan precisamente por tener una vida comercial demasiado vivaz, aunque hay para quien esto no importa. Al contrario. Y es que cuando se trata de romper esquemas Patricia Veira es una experta.

Patricia es la mente que está detrás de Prokö, una firma de moda aragonesa con mucha trayectora. Sus diseños, pendientes y collares han sido lucidos en las fiestas más elegantes. Hasta la alcaldesa de Zaragoza, Natalia Chueca, lleva Prokö. Pues bien, desde hace un año, Veira instaló su tienda y su taller en la calle Agustina de Aragón, en el entorno de Zamoray-Pignatelli, una de las áreas más degradadas del Casco Histórico de la capital aragonesa.

Taller de Prokö en el local de la calle Zamoray-Pignatelli.

Taller de Prokö en el local de la calle Zamoray-Pignatelli. / CARLA GREENWOOD

«Tenía que ser aquí. Mis bisabuelos vivían en la calle Zamoray y un día, hace ya un tiempo, vine por la zona para conocer de dónde viene mi familia. Pasé por la puerta y entonces la fachada estaba en obras. Miré por un agujerito y me enamoré del local», cuenta Patricia, siempre dispuesta a dejarse llevar por sus corazonadas.

Así que cuando pudo se mudó. ¿No le da miedo la zona? «Miedo a qué. Nunca me ha pasado nada. Me llevo genial con los vecinos, me encanta pasar tiempo en mi local. Lo único es que me han robado el cartel, pero ya ves. Nunca he tenido más problemas que ese», cuenta.

Zonas de conflicto

No obstante, Patricia es conocedora de la leyenda negra que acompaña a estas calles. «Prokö siempre ha estado en zonas de conflicto y nunca me ha pasado nada. Abrí la tienda en La Magdalena en el 2001 cuando se supone que era un barrio muy malo». Ahora, desde la calle Agustina de Aragón, confiesa que incluso le divierte cuando las clientas le comentan que les daba miedo acudir hasta el local. «Me encanta que tengan que vencer sus propios miedos porque se fían de mi marca y que conozcan este barrio a través de Prokö. Prokö también es eso, es rompedor en cuanto a los diseños de los pendientes y también para los prejuicios», declara Patricia con pasión. «El estigma me atrae, no lo voy a negar. Pero esta es una de las zonas más bonitas de Zaragoza. Tendrían que rehabilitar los edificios que están en mal estado, eso sí», apostilla.

A su lado, en un taller lleno de color, le escucha hablar María Jesús, vecina de Patricia. «Vivo aquí arriba», explica. «Yo estoy encantada viviendo aquí. En los años 70 y 80 había muchísimos bares. Esto era como lo que puede ser ahora El Tubo. Es verdad que ahora eso ya no está, pero aún así seguimos conociéndonos todos. El barrio no es tan malo como dicen», asegura la mujer.

Y pocos como ella conocen tanto estas calles. Se mudó al barrio en el año 1975 y en 1976 cogieron el negocio que entonces ocupaba el local contiguo a la tienda de Prokö. Era el bar Lou. «Cuando llegamos, en el local de Patricia había entonces una fundición. El dueño era el señor Zaera, un tipo impresionante, alto y guapo», cuenta, mientras Patricia le mira con atención. 

Hogar de artistas

En los años 80, relata la vecina, la fundición se trasladó y cogieron el local dos ilustres artistas aragoneses: el pintor Pepe Cerdá y el escultor Carlos Ochoa. Aquí, en este local situado en el número 57 de la calle Agustina de Aragón fundaron un centro de creación que fue hogar de la movida zaragozana. «Aquí venían Labordeta, Carbonell y Puturrú de Fuá. Hacían unas fiestas... Lo sé porque luego venían al bar. Los conocíamos a todos», rememora María Jesús. «Carlos Ochoa se casó aquí, en el local. Llegaron en sidecar. Iban guapísimos. Recuerdo que hubo mucho alboroto ese día en todo el barrio», añade.

Antes de llegar a Patricia estas paredes tuvieron otros tantos inquilinos. Carpinteros, una escuela de danza... «No es que haya hecho una reforma enorme. Me he dedicado sobre todo a sacar cosas. Si supieras la de grapas que he quitado de las paredes», dice Patricia. El local está dividido en una primera estancia, donde está la tienda, cuya puerta siempre está abierta de par en par. Las paredes de ladrillo visto y las vigas de madera dan cuenta de la edad de un edificio que seguramente supere los dos siglos de edad.

Después hay un patio, «fundamental para mí», dice Patricia, que une la tienda con el taller, situado en una nave en el patio interior de la manzana. En este espacio todo es color. «Necesitaba algo así, no cabía donde estaba. Pero aún me falta mucho para tenerlo todo como quiero».

Y es que Patricia, como diseñadora que es, no pierde detalle. Inauguró el local el 17 de mayo de mayo del año pasado. «Era la fecha que me marcaron los astros. No podía ser otro día», cuenta Patricia, que presume sin rubor de su lado místico. Junto a ella trabajan en la firma dos empleadas.

Antes de marchar, entra a la tienda otra mujer, Amelia. Vestida con la bata reglamentaria, le trae a Patricia un hojaldre casero. «Las amo, son las mejores», dice la diseñadora de sus vecinas. «Yo estoy aquí en frente. Nos cuidamos entre todos y Patricia trabaja mucho», dice. A cambio, Veira les regala unos pendientes a cada una. El abrazo posterior es sincero.

Patricia, cons sus vecinas.

Patricia, cons sus vecinas. / EL PERIÓDICO

Será que Prokö ha abierto camino o será que la energía de Patricia atrae a cualquiera, pero esta tienda ya no está sola en la calle Agustina de Aragón. Cerca abrirá dentro de poco Kachonwaa, una tienda de centros de fruta que se ha trasladado al barrio desde la plaza San Felipe. «Tendrían que apoyar más a los negocios a que se instalaran en la zona. Facilitarlo todo más. El comercio es vida en las calles», zanja Patricia, que no ha perdido la sonrisa en más de una hora de conversación. «Esto es Prokö». 

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