Comerciantes ante el histórico apagón: "No puedo vender ni una Juanola. Los medicamentos nos los sube un robot"
Las heladerías han acumulado gente en sus puertas para tratar de gastar género

Casilda ha terminado de cortar el pelo a Mario usando la linterna del móvil. A / EL PERIÓDICO

"Como mucho podemos aguantar dos o tres horas. Esto es una faena elegante". Con esta franqueza se expresaba una de las trabajadoras de la heladería Tortosa en la calle Don Jaime I de Zaragoza. Entonces había pasado una hora desde que se había ido la luz. Todo su producto lo trasladaron del mostrador a las neveras. "Al estar cerradas aguantan más, pero tampoco mucho más", decían.
El apagón ha pillado a todo el mundo en las situaciones más insospechadas. "Estaba cortándole el pelo y nos hemos quedado a oscuras, pero como las maquinillas van con batería hemos podido acabar de aquellas maneras", decía Casilda, propietaria de una peluquería en la plaza Mariano Arregui. Mientras, su cliente, Mario, sujetaba el móvil con la luz del flash encendida para dar algo de luz.
En la calle la gente se agolpaba en aquellos comercios que todavía seguían vendiendo, muchos de los cuales eran bares que ante la incertidumbre han decidido "tirar pa' lante". "Mientras la cerveza esté fría y los clientes lleven efectivo...", reía el propietario de un bar en la calle Doctor Cerrada. Pero ha habido negocios que han tenido que frenar su actividad en seco. "He dejado una sesión a mitad", decía la trabajadora de un centro de fotodepilación del paseo Independencia.
Conforme los supermercados han ido cerrando, los empleados ideaban sistemas para evitar pillajes. Palés colocados justo en la puerta u obstáculos para impedir el acceso. A pesar de todo, el caos no ha reinado, aunque había alguno más nervioso que otro. "Qué voy a hacer. Mi jefe no me dice nada, no puedo contactar con él así que no voy a cerrar, pero se me va a echar todo el género a perder", lamentaba la trabajadora de otro comercio.

Filas en uno de los pocos establecimientos del centro de daban algo de comer. / EL PERIÓDICO
En el centro, las filas se concentraban en las heladerías, por aquello de terminarse los productos que, sin electricidad, son más perecederos, y también en un negocio de venta de bocadillos de jamón. "Estamos sin comer y parece que aquí es el único sitio donde vamos a poder", decía un hombre haciendo fila en calle Alfonso I.
La falta de luz lo complica todo, hasta el hecho de cerrar el negocio. Con unas escaleras trataba de alcanzar la persiana un empleado de otra céntrica tienda zaragozana. Sin luz no hay motor que valga. Eso sí, a las puertas del ayuntamiento dos trabajadoras se afanaban en limpiar las estatuas de San Valero y el Ángel Custodio que escoltan la puerta del consistorio.
En El Tubo los bares han ido cerrando con cuentagotas, aunque muchos se resistían. "Venimos en bici desde Barcelona. Estamos haciendo el Camino de Santiago y este ha sido el único bar en el que nos han dado de comer", decían muy felices tres amigos, Noel, Jordi y José Miguel, con el maillot puesto y como si esto del apagón no fuera con ellos.
En las farmacias, sin embargo, andaban algo más preocupados que este trío de amigos. "No podemos ni vender una Juanola. Los medicamentos nos los sube del almacén el robot. Y sin luz, malamente", explicaban en una botica de Doctor Cerrada.
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