Las historias detrás del drama de la vivienda: "No puedo dormir. Ya no tengo ganas de nada"
Un grupo de vecinos de la calle Lorenzo Pardo lleva meses aguantando unas obras mientras la propiedad del edificio "presiona" para que dejen sus alquileres y revender los pisos más caros

Miguel expone los papeles de la denuncia que interpuso ante la Policía Nacional por las molestias de las obras en su edificio. / JAIME GALINDO

«¡Gran ocasión! Edificio rehabilitado en Lorenzo Pardo (Zaragoza) con viviendas totalmente reformadas». Este podría ser tan solo uno de las decenas de anuncios que cada día surgen en las webs de los portales inmobiliarios de la capital aragonesa, pero en este caso hay algo más. Dramas personales que constituyen un ejemplo de la crisis de la vivienda en la que vive inmerso un país en el que los fondos de inversión se están abriendo un hueco importante en un mercado en el que compiten familias que apenas tienen recursos para alquilar un piso y sociedades o particulares en busca de rentabilidad. «Sintiéndolo mucho, yo me tengo que quedar de okupa. No puedo irme a otro sitio. No quiero vivir así, pero no tengo otro remedio».
Habla María (nombre ficticio). Tiene tres hijos: una pequeña de dos, otro de seis y el mayor, de siete, que tiene un 42% de discapacidad. Ella trabaja a media jornada y cuenta con un suelo de «unos 600 euros». Además recibe una ayuda pública por los problemas de su pequeño y una pensión del padre de sus dos hijos varones. Con todo, su pesadilla comenzó «hará un año y medio». Entonces tuvieron conocimiento a través de un cartel en su comunidad y un burofax que un inversor había comprado el bloque de viviendas en el que lleva residiendo ocho años. Que lo iban a reformar y que, conforme fueran terminando sus contratos de alquiler, debían marcharse. Siempre pagó su alquiler, que ahora estaba en unos 350 euros.

Edificio de viviendas de la calle Lorenzo Pardo, en el número 24. / JAIME GALINDO
«Desde que nos lo dijeron he estado buscando pisos, claro. Estoy en varias agencias inmobiliarias, pero solo me computan los ingresos de mi nómina y no me conceden el seguro de impago. No tengo otra opción que quedarme ilegalmente», repite esta madre. El edificio, hasta ahora, lo regentaba enteramente un particular. Cobraba unos alquileres de entre 350 y 360 euros por unos pisos de unos 50 metros cuadrados. Pero sin más preaviso, la propietaria vendió el inmueble entero a Excelsior BB, una empresa creada para la gestión de activos inmobiliarios.
En la operación no ha habido nada ilegal. Se trata de una transacción entre particulares. Pero sus consecuencias se hacen notar. Y es que al calvario de no tener donde ir, los vecinos del bloque de Lorenzo Pardo han tenido que convivir con unas obras de remodelación del bloque que, en opinión de los vecinos, han sido cuando menos malintencionadas.

Anuncio de la venta de uno de los pisos ya reformados del bloque: 194.000 euros por 55 metros cuadrados. / JAIME GALINDO
«Trabajan de lunes a domingo. Nos han dejado sin agua y sin luz no sé cuántas veces. No tenemos telefonillo. Dejan la puerta de abajo abierta siempre y un día hubo que llamar a la policía porque se metió un hombre borracho al portal. Y un día nos pusimos un andamio que prácticamente no nos dejaba entrar a casa y tuvimos que llamar a la Policía Local pero no nos hicieron caso», cuenta María acompañada por otros dos de los vecinos afectados.
En su opinión, este modus operandi de acometer las obras ha sido una estrategia de presión por parte de la propiedad para que los inquilinos fueran abandonado sus pisos y poder así reformarlos y venderlos. «Y les ha funcionado. Hay mucha gente que se ha ido ya», lamentan estos vecinos. Este diario ha intentado, sin éxito, ponerse en contacto con los gestores de la propiedad del edificio. «Las tropelías que han hecho han sido muchas. Cuando tiraron las escaleras las dejaron como un tobogán. No se podía ni bajar ni subir –como muestra una de las imágenes que acompaña a estas líneas–. Y al mismo tiempo dejó de funcionar el ascensor durante un día y medio, por lo que mucha gente, personas mayores, estuvieron todo ese tiempo encerrados en sus casas», denuncia Miguel, otro de los afectados, que llegó a denunciar todas estas prácticas a la Policía Nacional, aunque no tuvo efecto alguno.

Estado en el que dejaron las escaleras del edificio al mismo tiempo que dejó de funcionar el ascensor. / SERVICIO ESPECIAL
Según los datos recabados por el Sindicato de Inquilinas, que está asistiendo a los inquilinos de Lorenzo Pardo, de las 42 viviendas que había en el bloque ya solo quedan habitadas 18. «La única posibilidad es organizarnos y negociar con los gestores de forma colectiva. Ya hemos planteado a la propiedad un marco para poder conversar. Nuestro objetivo es que todos los contratos se puedan renovar, pero es mucho más difícil si la lucha se hace a título individual», explican desde esta organización sindical.
Toda esta situación les empieza a pesar a estos vecinos. «Mi mujer falleció el año pasado y yo pasé mucho tiempo en el hospital. Fue cuando todo pasó y llegué a casa cuando me encontré con todo esto liado», cuenta Miguel, que está jubilado y cobra unos «900 y pico» euros de pensión. «Ahora comparto piso. Hace dos meses se vino a casa otro señor jubilado y así por lo menos compartimos gastos. Pero ya ves tú, a esta edad me gustaría vivir por mi cuenta», dice. Tanto él como María llevan ocho años residiendo en el bloque de Lorenzo Pardo.
Medicación para seguir adelante
Con todo lo que ha vivido en los últimos meses, admite Miguel, «ha habido momentos en los que pensaba que no pintaba nada». Está en tratamiento psiquiátrico, pero quiere dejar pronto las pastillas que le han recetado para que no le generen dependencia. «Yo también estoy tomando Orfidal», replica ella.
Mientras hablan les escucha atentamente otro de los vecinos afectados. Esteban (nombre ficticio) asiente ante las palabras de su compañero de escalera. «Yo no puedo dormir. Esta situación está pudiendo conmigo. Si pudiera me iría, no aguanto más, pero con mi pensión no encuentro nada. Cobro unos 1.000 euros al mes y me piden unos ingresos mínimos de 18.000 euros. No tengo ya ganas de nada», dice el hombre, apesadumbrado.
Según advierten desde el Sindicato de Inquilinas, este caso no es el único en Zaragoza. El mismo propietario de Excelsior BB, la empresa que ha comprado el edificio de Lorenzo Pardo, se ha hecho también con un bloque en la calle Amado Nervo, a través de otra sociedad, Arbri. En ese caso habría unas 18 viviendas afectadas por la operación, otra compraventa que mientras deja beneficios por un lado, dejará en una situación cuando menos de incertidumbre a varias familias zaragozanas.
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