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El 'Banksy zaragozano' vuelve a actuar tras dejar una huella de abeja en el Pilar

La escultura descubierta en la fachada de la Basílica del Pilar reabre el misterio de las intervenciones anónimas en edificios históricos de Zaragoza

El autor, aún desconocido, podría ser el mismo que firmó las polémicas inscripciones de La Seo y San Carlos

Una inscripción de una abeja recuerda a las inscripciones aparecidas en otros edificios hace un año

Una inscripción de una abeja recuerda a las inscripciones aparecidas en otros edificios hace un año / Sergio Pueyo

Zaragoza ha vuelto a despertar con un nuevo enigma artístico. En la fachada lateral de la Basílica del Pilar, bajo una de las ventanas que miran hacia la calle Florencio Jardiel, ha aparecido una abeja tallada en piedra, perfectamente integrada en el friso y de unos veinte centímetros de altura. Nadie ha reclamado su autoría ni se ha detectado cuándo fue colocada exactamente, pero su hallazgo ha generado un enorme revuelo entre vecinos, curiosos y autoridades.

El descubrimiento ha reavivado el recuerdo de otras intervenciones similares ocurridas en los últimos años en templos zaragozanos. En mayo de 2024, aparecieron unas misteriosas inscripciones en la iglesia del Seminario de San Carlos Borromeo y en la Seo del Salvador. En ambos casos, se trataba de grabados en piedra y símbolos cabalísticos o latinos, instalados sin permiso y con una ejecución tan precisa como enigmática. Sendas inscripciones fueron retiradas instantáneamente de las fachadas de los edificios históricos. La comparación con Banksy, el artista británico conocido por sus intervenciones callejeras anónimas, no tardó en hacerse viral.

Entre la provocación y el arte oculto

A diferencia de las losas con inscripciones, la abeja del Pilar introduce un nuevo lenguaje dentro de este fenómeno. No hay texto ni mensaje explícito, sino un símbolo visual que invita a la interpretación. La abeja, asociada desde la Antigüedad al trabajo, la comunidad y la espiritualidad, podría entenderse como una metáfora de la vida urbana o de la devoción colectiva. Su ubicación, además, no es casual: el Pilar, epicentro religioso y cultural de Zaragoza, convierte cualquier intervención en un gesto cargado de significado.

La inscripción de la fachada de la Iglesia San Carlos fue retirada pocos días tras su aparición.

La inscripción de la fachada de la Iglesia San Carlos fue retirada pocos días tras su aparición. / Sergio Pueyo

La coincidencia entre los tres casos —La Seo, San Carlos y ahora el Pilar— plantea la posibilidad de un patrón artístico intencionado. En todos ellos, las obras se insertan en espacios patrimoniales de alto valor simbólico, realizadas con una técnica que busca el mimetismo y con un tono más poético que vandálico. No obstante, las autoridades eclesiásticas y la Dirección General de Patrimonio han mostrado preocupación ante esta práctica, recordando que cualquier alteración en edificios catalogados requiere autorización.

Pese a ello, el llamado "Banksy zaragozano" parece haber encontrado en estos muros históricos un lienzo para su arte silencioso. Sus obras aparecen de un día para otro, sin firma ni testigos, y logran lo que pocos artistas consiguen: detener la mirada de quienes pasan por la ciudad sin reparar ya en sus monumentos. La abeja del Pilar podría ser, así, una nueva invitación a mirar Zaragoza con otros ojos, entre la frontera difusa del arte, el misterio y la provocación.

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