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Toda una vida contemplando el Pilar desde los ventanales

Enfrente de la Basílica del Pilar, en el edificio que alberga el Pasaje del Ciclón, viven «desde siempre» Blanca Marín y su familia

BASILICA DEL PILAR DESDE EL EDIFICIO DE EL CICLON - APARTAMENTO CON VISTAS AL PILAR - ESPECIAL DEL PILAR

BASILICA DEL PILAR DESDE EL EDIFICIO DE EL CICLON - APARTAMENTO CON VISTAS AL PILAR - ESPECIAL DEL PILAR / MIGUEL ANGEL GRACIA / EPA

Enfrente de la Basílica del Pilar se alza desde 1883 el edificio que alberga el Pasaje del Comercio y de la Industria, conocido popularmente por todos los zaragozanos como el Pasaje del Ciclón, una galería comercial, joya arquitectónica modernista, que se encuentra en la planta baja un edificio recuperado gracias al empeño de los descendientes de la familia que lo adquirió sobre plano hace ya más de 140 años y cuyo legado han convertido en un proyecto de vida.

En el nº 10 de la plaza del Pilar han vivido «desde siempre» Blanca Marín, al igual que su madre Blanca García-Hegard y sus hijos Jimena y Rodrigo de Miguel. Ellos son la quinta, sexta y séptima generación de los primeros propietarios del inmueble, construido tras la histórica apertura de la calle Alfonso I impulsada por la burguesía zaragozana a mediados del XIX. «El edificio lo compró sobre plano la madre de mi tatarabuelo, María Mur y Pueyo, y aquí ha vivido nuestra familia ininterrumpidamente desde entonces», explica Marín, que vive en la última planta, con unas vistas espectaculares a la Basílica del Pilar. El solar que ocupa el inmueble, obra del arquitecto Fernando de Yarza por encargo del Marqués de Ayerbe, se erigió sobre los cimientos del antiguo Palacio de Torrellas, del XV, «en cuyas mazmorras, las actuales bodegas, pasó sus últimas horas el Justicia de Aragón, Juan de Lanuza, antes de ser decapitado por orden de Felipe II el 20 de diciembre de 1591», comenta Marín.

El pasaje del Ciclón se inspiró en el revival clásico fruto de la corriente modernista francesa y se convirtió en un lugar de vanguardia, ya que fueron las primeras galerías comerciales de la capital aragonesa, al estilo de las que existían en las principales capitales europeas. Se concibió como un doble pasaje que se cruza en el centro de la manzana por lo que tiene cuatro entradas que dan a la calle Santiago, a Alfonso I, a la plaza de la actual Delegación del Gobierno y a la propia Plaza del Pilar. Debe su nombre popular a la juguetería que ocupó una parte de su interior y que fue uno de los últimos comercios de la época en cerrar sus puertas. Pero estel pasaje cayó en el ostracismo y llegó a estar durante muchos años en un avanzado estado de abandono y deterioro.

Espacios Basílicus

Fue en 2004 cuando Blanca Marín y su marido Luis de Miguel emprendieron la ardua tarea de reunir parte de la propiedad y comenzar a rehabilitar muchos de esos espacios. Según explica ella, «nosotros no heredamos la propiedad, sino que mi marido y yo hemos comprado gran parte del bloque central con una importante financiación que nos lleva quitando el sueño hace ya más de 20 años». Una vez adquirido el inmueble, Blanca y Luis comenzaron con la reforma y rehabilitación de la planta superior y fundaron Espacios Basílicus con el fin de devolverle la vida a una amalgama de espacios primorosamente decorados, como son los apartamentos turísticos rehabilitados en la planta superior de la parte central del edificio adonde llegan viajeros venidos de todo el mundo y a los que ella y su familia reciben como si fueran auténticos invitados.

Las tres generaciones de la familia

Las tres generaciones de la familia / Kinojam

Además, rindiendo culto al recuerdo, Blanca ha conservado un piso de la familia, en concreto el de sus bisabuelos, y posteriormente de sus tías abuelas Margarita y Cristina, como si fuera un museo, manteniendo la estructura original y donde se siente que que el tiempo se paró hace más de 100 años, pues tanto los muebles originados de la época, como todo tipo de enseres que continúan allí, parecen contar una historia que refleja en cada rincón cómo era la vida de sus antepasados.

Blanca y Luis también adquirieron parte de los locales abandonados del Pasaje del Ciclón, que por cierto tiene una catalogación independiente del edificio como Bien del Patrimonio Cultural Aragonés, con el propósito de atraer actividades que respeteraran el edificio en el que se encontraba, pero con una visión renovada y moderna y transformaron la antigua tienda de juguetes en un precioso restaurante que esperar poder reabrir en breve. En 2023, Espacios Basílicus fue reconocido por el Gobierno de Aragón con una placa al Mérito Turístico.

Un privilegio y una responsabilidad

Vivir en el kilómetro cero de Zaragoza, en el centro de la plaza del Pilar justo enfrente del Pilar, según comenta Blanca, «es todo un privilegio, incluido el constante sonido de las campanas que no paran ni de día ni de noche porque al final te acostumbras y ya ni lo oyes. Entre las múltiples anécdotas del transcurrir de la vida de su familia en este privilegiado entorno, recuerda como su abuela les contaba que, estando a punto de dar a luz al segundo de sus cinco hijos, salieron a los balcones al oír el ruido del avión que lanzó las cuatro bombas en la plaza del Pilar la madrugada del 3 de agosto de 1936. Su madre, que tenía entonces un año y medio, también estuvo presente en brazos de la niñera en todo lo que ocurrió esa noche y siempre les recorcaba que gracias a que no estallaron esas bomabas todo ellos seguían en este mundo.

También su familia fue testigo desde esos mismos balcones de cómo el pueblo zaragozano se echó a la calle al día siguiente en repulsa del bombardeo, y de las multitudes que emocionadas venían desde todas partes hasta esta Plaza cantando por las calles hasta enronquecer, el himno a la Virgen del Pilar.

En cualquier caso, reconoce Blanca Marín «vivir en una casa como esta no sólo es un privilegio sino también supone una gran responsabilidad que tendrá todo el sentido cuando veamos que nuestros hijos, haciendo suyo todo nuestro esfuerzo, sacrificio e ilusión, tomen el relevo de este proyecto romántico que supone mantener viva tanto la historia de este edificio, como la de las personas que lo habitaron y que también, como nosotros, fueron testigos desde aquí de un pequeño trocito de la historia de nuestra ciudad».

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