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Zaragoza también soporta su cruz: la historia del monumento que se trasladó de la plaza del Pilar al cementerio

El monumento que preside la entrada del cementerio de Torrero fue construida para honrar la victoria del general Franco

Vista de la Cruz desde el cementerio de Torrero de Zaragoza.

Vista de la Cruz desde el cementerio de Torrero de Zaragoza. / JAIME GALINDO

Iván Trigo

Iván Trigo

ZARAGOZA

Se acerca la fecha en la que miles de zaragozanos se acercan hasta el cementerio de Torrero para honrar a sus muertos. Al entrar por el acceso principal todo el mundo pasa frente a un monumento presidido por una gran cruz de piedra que no siempre estuvo ahí y que no siempre fue solo un símbolo religioso, si es que ahora puede decirse que se haya desprendido de su pasado. ¿Qué pasado? El fascista, pues esta cruz se levantó entre los años 40 y 50 en la plaza del Pilar para honrar a los caídos por lo de siempre, esto es, por Dios y por España. Fue trasladado al complejo funerario en los años 90 cuando se remodeló la plaza.

Este monumento cobra ahora relevancia de nuevo no solo porque el día de Todos los Santos vaya a hacer que miles de personas pasen ante él -la mayoría seguramente sin reparar demasiado- sino por el reciente anuncio que hizo el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, quien avanzó en el Congreso de los Diputados que en noviembre se publicaría en el BOE un listado de los monumentos franquistas que quedan en las calles de las ciudades españolas y que deberán retirarse o, al menos, resignificarse.

 Desde la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Aragón (ARMHA) no creen que nadie se vaya a atrever a ordenar la retirada de este monumento, puesto que en su momento, cuando se dio la oportunidad y se retiró de la plaza del Pilar, nadie se atrevió a guardarlo en un almacén y se decidió recolocar, piedra a piedra, en el cementerio de Torrero.

Emplazamiento original del monumento, en la plaza del Pilar, poco antes de su retirada.

Emplazamiento original del monumento, en la plaza del Pilar, poco antes de su retirada. / G.A.Z.A

Lo que sí que podría peligrar, por incumplir la claramente la ley de Memoria Democrática estatal, es una inscripción incluida en la trasera del monumento que dice: A los héroes y mártires de Zaragoza caídos en la cruzada de liberación 1936-1939. Este texto, claramente alineado con la retórica que el franquismo utilizó para referirse a la victoria del bando sublevado en la guerra civil española, es ilegal según la normativa, aunque una cosa es cierta: nadie lo ve porque está situado en la parte trasera de monumento, mirando al pinar. En los últimos años, además, unas lonas con logos municipales han impedido su visión.

La realidad es que hoy, más allá del continente, que es bien visible, pocos recuerdan el contenido y la carga con la que se confirió este monumento, que mide casi 22 metros de alto. El problema es que los que lo tienen que saber lo siguen sabiendo. Ante esta cruz, cada 20 de noviembre, estando el dictador vivo, acudían los representantes del Movimiento en Zaragoza a rendir homenaje a los caídos (sus caídos) en la guerra. Y ante esta cruz, en los últimos lustros, se han celebrado aquelarres neonazis, aunque bien es cierto que esto ya no es algo habitual.

Para ARMHA, que organiza visitas guiadas al cementerio de Zaragoza bajo el prisma de la memoria histórica, la mera existencia de esta cruz es ya un «símbolo» de cómo en España se ha trabajado en la (no) eliminación de los vestigios del franquismo. «La pregunta que cabe hacerse es por qué no se guardó en un almacén cuando se retiró de la plaza del Pilar», dicen desde la entidad memorialista. Y es que su construcción está intrínsecamente ligada con Franco. Fue el Ayuntamiento de Zaragoza, basándose en la orden que emitió Franco en el 38 cuando todavía no había ni acabado la guerra, el que ordenó levantar esta cruz de piedra.

Neonazis en 2006 en un acto frente al monumento.

Neonazis en 2006 en un acto frente al monumento. / EL PERIÓDICO

Lo curioso es que el primer concurso para decidir su diseño, convocado en 1942, se zanjó sin que se decidiera un ganador. El segundo ya sí que fue exitoso pero, a mitad de la obra, el entonces alcalde, José María Sánchez Ventura, pidió modificar el proyecto para simplificarlo y amoldarlo a la ubicación elegida, que es donde ahora se sitúa la fuente de la Hispanidad, entre la plaza del Pilar y San Juan de los Panetes.

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