Mujeres sin hogar y víctimas de violencia de género: "Mi madre prefería verme muerta a que me casara con él"
La Coordinadora de Entidades para Personas Sin Hogar de Zaragoza inicia una campaña para mostrar "lo que no se ve, pero que claramente está presente"

Una de las mujeres que ha contado su testimonio este jueves en Zaragoza. / JOSEMA MOLINA
La Coordinadora de Entidades para Personas Sin Hogar de Zaragoza ha transformado esta mañana la plaza España en un espacio simbólico para dar a conocer casos de personas que viven o han llegado a vivir en la calle. Todo esto bajo el lema de Mujeres sin hogar por violencia, sin voz por indiferencia. El fin, precisamente, ha sido sacar a la luz a un colectivo que vive en un "desamparo absoluto": las mujeres sin hogar por violencia de género o doméstica, según ha asegurado Javier Muñoz, presidente de la entidad.
Tras un discurso reivindicativo de la Coordinadora y unas palabras de apoyo a este sector de la población por parte de María Charte, Directora General de Inclusión Social y Voluntariado del Gobierno de Aragón, se les ha dado voz a tres personas que han dado un paso al frente para contar sus historias a Zaragoza.
La primera mujer, Rosa (nombre ficticio), dice que "ni se lo pensó" cuando le dijeron de hacer un escrito para contar lo que ha vivido. "Yo no conocía la palabra maltrato, tan solo el amor que recibí de mis padres y abuelos", comenta. Y lo conoció concretamente tras conocer a su exmarido, o como le dice ella, "al mismísimo demonio en la Tierra", con tan solo 17 años. No hizo caso a las advertencias de su familia sobre esta relación, con su madre diciéndole que "prefería verla muerta antes que casada con él. Seguramente veía cosas que yo no ví y contra la opinión de todos, me casé. Ahí empezó todo", ha señalado.
Nada de salir, arreglarse, ponerse zapatos altos... fueron algunas de las prohibiciones que le imponía el hombre con el que contrajo matrimonio. "Verme con mi edad era como mirar a un despojo humano. Era sólo una niña y tan solo pedía todos los días mi muerte", exclama la mujer, quien dice que nada más mudarse con él, "empezaron todos los insultos y palos".
Era prisionera en mi propia casa, pero me daba tantísima vergüenza hablar con mi familia de esto
Un día se armó de valor y decidió denunciarlo en comisarías de su país, pero fue en vano. Los agentes la "despreciaban" diciendo que "seguramente ella le estaría provocando", ha dicho. "Cada vez que entraba por la puerta pensaba: ¿qué será hoy? Me decía que era una retrasada, que no tenía ni idea de nada", pero ese "infierno" llegó a su fin a los ocho meses. Salió de esa casa con sus cosas "no sin antes una última discusión", dice, que terminó con una amenaza con arma blanca que acabó clavándose Rosa a sí misma. Él se marchó y la dejó tirada en el suelo en el apartamento "para que no pensaran que había sido él". "Tú destrozaste mi mente, parte de mi vida y mi cuerpo, pero ya no estás en esta vida. Sólo pienso en lo que he vivido y deseo que no haya más como yo", ha dicho Rosa.
Gabriel, perdió a su madre con 4 años: "Ella gritaba para pedir ayuda"
Gabriel es originario de Perú y fue concebido por su madre cuando esta tenía tan sólo 15 años. Por momentos creció sin padre, quien "huyó de la responsabilidad, por lo que la mujer buscó afecto en otro hombre". Todo fue bien al principio, según él, aunque le cuentan ahora que con 2 años "discutían por sus llantos de pequeño y sus cuidados", las cosas "empezaron a ir mal, él cambió".
Fue después de un cumpleaños de una tía suya, a los 4 años, cuando a las 3.00 horas de ese día escuchó un portazo y el inicio de una gran discusión. "Yo me encerré con llave en mi cuarto. Él empezó a golpear a mi madre y ella a pedir por auxilio, ya que él agarró una plancha y le empezó a quemar sus partes íntimas, al igual que todo el cuerpo", relata visiblemente emocionado. Tras escuchar un "duro golpe", descubrió que ese fue el momento en el que asesinó a su madre.

Gabriel ha narrado la historia de violencia de género que sufrió su madre. / JOSEMA MOLINA
"Ella gritaba para pedir ayuda por mí, por su hijo", dice Gabriel, que después de que su padrastro acabara con su vida "intentó ir a por él" antes de que llegara la policía, aunque se salvó estando encerrado. "Hoy en día les cuento a ustedes, mujeres, que al primer indicio de violencia, escapen, huyan, no permita que suceda. Desde que perdí a mi madre me prometí a mí mismo no tocar a una mujer, y hasta ahora lo estoy cumpliendo", concluye, no sin antes dedicarle una canción, expresando "lo mucho que le hacen falta las madres a sus hijos".
Ana Cecilia, otra víctima: "A los 15 días de casarnos, ya me estaba dando con una bota en la cabeza"
Ana Cecilia es la última testigo de violencia en el hogar que ha hablado este jueves en la plaza España de Zaragoza y relata cómo ya desde sus 6 años de vida detectaba maltrato en su casa por parte de su padre. "La violencia me hizo ver la desgarradora escena de cómo él mataba a machetazos a mi madre", lo que le hizo huir ante la "inseguridad" que le provocaba convivir con esa persona. "Al tiempo me enteré que mis dos hermanas que se quedaron en la casa fueron violadas por mi propio padre", comenta Ana Cecilia.
Esto fue a sus 9 años, cuando otra persona la acogió bajo su techo y le enseñó a trabajar y a "hacerse de valer". Casi diez años más tarde, a sus 17, se casa con un militar que "le juró amor eterno y vivir con ella hasta el final de los tiempos en un dulce hogar", que ni mucho menos fue así. "A los 15 días de casarnos ya me estaba dando con una bota en la cabeza", explica la mujer.

Ana Cecilia, este jueves, durante el acto en Zaragoza. / JOSEMA MOLINA
El hombre dudó de la sangre de cada uno de sus tres hijos que tuvo con Ana Cecilia, llamándola "puta" en diversas ocasiones, a su vez que él "traía a otras mujeres a casa". "Empecé a oponerme, no lo veía normal. Pero cada vez que él llegaba con una él cargaba la pistola para intimidarme", asegura. Cada día iba a más, alcanzando límites insospechados y pensamientos extremos sobre su, por aquel entonces, marido. "No me da vergüenza decirlo, pensé en matarlo con su propia pistola, no aguantaba más", expresa Ana Cecilia.
A los 20 días de nacer su tercera hija, "llegó con otra mujer y sin que ella se diera cuenta, empezó a prender fuego a su casa". "Me seguía amenazando con el arma, tenía a mi niña recién nacida en brazos y a mis dos hijos aterrorizados a mis espaldas", esta escena mientras el humo y las llamas se seguían extendiendo por su hogar, asegura. Ana Cecilia sufrió heridas y quemaduras en su espalda y admite que no tiene ni idea de "cómo sus hijos salieron vivos de allí".
Las instituciones no le hicieron caso en su país, el cual se desarrollaba bajo el mandato de un "comunismo o socialismo que supuestamente defendía a la mujer". Huyó de ahí con sus hijos para seguir esforzándose y tener una carrera para ser "su ejemplo". A día de hoy, lleva 23 años viviendo en España y pide a toda la población que no confundan síntomas de un "potencial agresor" con las "disculpas que lo camuflan".
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