Un día después de celebrarse el referéndum que confirmó la convocatoria de huelga, la plantilla de Autobuses Urbanos de Zaragoza (AUZ) se sometían al veredicto más importante en el conflicto, el de la calle. Y la respuesta no pudo ser más positiva. Entre el ruido que hacían con el claxon y los megáfonos explicando los motivos de sus protestas, numerosos viandantes observaban complacientes en el centro el paso de los cerca de 200 coches y motos que recorrieron el centro formando caravana. Les van a afectar los paros pero no solo les comprenden sino que algunos les aplauden.

"Es una auténtica cacicada lo que han hecho con ellos, no sé como no dejan los autobuses sin salir hoy mismo. Creo que es un castigo por haber querido competir con ella formando una cooperativa", comentaba Ricardo, a pocos metros de una parada de autobús en la que los usuarios asumían con resignación la espera. En fila de a uno en Independencia y a paso de tortuga por Constitución, Cesáreo Alierta o Coso, pasaron alzando la voz para "demostrarle a la gente que no estamos contra ellos, sino a su lado, que también queremos un transporte digno", señalaba Paco a los mandos de su moto.

"Estamos luchando porque nos ponen las cosas muy negras diciendo que es imposible readmitirnos, pero la esperanza no la vamos a perder", añadía Moisés, uno de los 153 despedidos.

Exigen "dignidad" y al ayuntamiento que no permita que se destruya empleo. Con sus voces, pitos o las pancartas adheridas a sus vehículos, con crespones y globos negros y mensajes como ¿Siglo XXI? ¡No! Para TUZSA, siglo XIX, o Gerente miente, Belloch consiente y Héctor --el director de Recursos Humanos de la empresa-- obediente. La plantilla pasó la reválida en la calle y afronta reforzada el cara o cruz de un duelo entre su dignidad y los beneficios económicos de otros que hoy siguen teniendo trabajo.