De nuevo, huidas en carrera por la avenida de París y los callejones adyacentes, entre el nauseabundo hedor del gas lacrimógeno y los alaridos de los antidisturbios. De nuevo, cánticos patrióticos tunecinos acompañados de ramas de olivo y gritos de "¡degage!" (lárgate) aunque en esta ocasión referidos a la Agrupación Constitucional Democrática, el odiado partido del depuesto presidente Zine el Abidine Ben Alí.

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Miles de manifestantes, aunque en menor número que en los días precedentes a la caída del dictador, desfilaron ayer por las calles del centro de Túnez para protestar contra la composición de Gobierno de unidad anunciado la víspera por el primer ministro interino Mohamed Ganuchi, que cuenta en sus filas con ocho miembros del Ejecutivo del autócrata expulsado del poder, todos ellos militantes de su denostada formación política. Ganuchi intentaba anoche desesperadamente salvar del colapso a su Gabinete, del cual dimitieron los tres integrantes del sindicato Unión General de Trabajadores Tunecinos, renunciando, con el jefe del Estado, Fued Mebaza, a su condición de miembro del RCD.

ESTAFADOS "El problema es que no queremos a Ganuchi y a la gente con él; todos ellos tienen que irse porque, en palabras simples, son unos ladrones". Poco antes de que comenzara la represión policial, Reda Ashaikh resumía el sentir de los manifestantes congregados en la avenida Habib Burguiba que, al igual que muchas otras voces opositoras, se sintieron estafados tras anunciarse los nombres que formarían el Ejecutivo de transición, sobre el que ayer pendía seriamente la amenaza de ser engullido por el ímpetu revolucionario desencadenado en el país norteafricano tras el derrocamiento del dictador Ben Alí.

Al margen de la salida del RCD del primer ministro y el presidente, otra de las medidas adoptadas por el establishment político tunecino para calmar los exaltados ánimos de los revolucionarios y la oposición fue la expulsión del propio expresidente Ben Alí --en el exilio en Arabia Saudí tras su precipitada huida del país la semana pasada-- y de seis estrechos colaboradores. Las próximas horas determinarán si estas medidas resultarán suficientes para calmar los ánimos de los partidos implicados y de la calle y poder reconducir así la situación.

CELERIDAD Todo se desarrolló con gran celeridad, como viene siendo habitual en esta revolución de jazmín. Por la mañana, el sindicato Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT) asestó el primer golpe al Ejecutivo transitorio anunciando que sus tres miembros renunciaban a sus carteras. Los problemas para el primer ministro interino en seguida se trasladaron a dos de las tres formaciones políticas opositoras presentes, el partido Ettajdid y el Foro Democrático por la Libertad y el Trabajo.

Los primeros amenazaron con retirarse del Ejecutivo si los ministros pertenecientes al RCD no abandonaban el expartido gubernamental, no se congelaban todos los bienes de esta formación --que, según aseguró su dirección en un comunicado, pertenecían "al pueblo tunecino"-- y se disolvían las células profesionales adscritas a él.

La segunda formación opositora, representada hasta ahora en el Ejecutivo por el ministro de Sanidad Mustafá ben Yafar, suspendió su participación en el mismo y todo apuntaba a que anunciaría en las próximas horas su salida definitiva. De los tres partidos opositores que aceptaron entrar en el Gobierno solo queda el Partido Demócrata Progresista (PDP), cuyo secretario general adjunto, Issam Chabbi, se afanaba ayer, en una tumultuosa rueda de prensa en justificar su alianza con el RCD.