Los tramos sin desdoblar de la N-II y la N-232 a su paso por Aragón ocupan un lugar destacado entre los más siniestros de la red viaria española. En conjunto y durante los últimos once años, ambas carreteras han sido escenario de la muerte de más de 200 personas, en una sangría que parece no tener fin. A los fallecidos, que suman más en Aragón que los producidos por la tuberculosis, la hepatitis vírica o las sobredosis de drogas, hay que unir los miles de heridos que se han registrado en los cientos de accidentes que, un día sí y otro también, se registran en ambos tramos, para desesperación de usuarios y vecinos de los municipios por los que discurren las dos carreteras.

Muchos de los siniestros tienen como inopinados protagonistas a los vehículos pesados. Autobuses y, sobre todo, camiones constituyen buena parte del tráfico que soportan estas vías. En el caso de la N-232, el porcentaje sobre el total del tráfico que circula por ella es del 51%, mientras que en la N-II ese guarismo asciende a nada menos que el 71% de los 11.000 vehículos que transitan por ella cada día. En la memoria quedan las muchas imágenes de turismos empotrados contra camiones, tras un choque frontal.

El tramo aragonés sin desdoblar en la N-II cubre los 91 kilómetros que separan Alfajarín y Fraga, en un corredor cuyos alcaldes, independientemente de su color político, han unido sus voces repetidamente para clamar por un desdoblamiento que nunca llega. En la N-232, son 27 kilómetros los que existen entre Figueruelas y Mallén. Para reducir la siniestralidad, el Ministerio de Fomento decidió trazar una línea continua para prohibir los adelantamientos y limitar la velocidad a 80 por hora.