El tranvía de Zaragoza se ha convertido en todo un ejemplo. Tanto es así, que una de las ciudades del cambio, Barcelona, dirigida por Ada Colau, pretende copiar el modelo para implantarlo por una de las principales vías de la ciudad, la Diagonal. Polémica aparte sobre el coste de las obras y al margen del debate político, la línea 1 se ha convertido en ejemplo para otras ciudades.

Esta semana, la Universidad politécnica de Cataluña (UPC) ha reunido a medio centenar de expertos para abordar la relación entre el tranvía y las ciudades. Más que un debate -brillaron por su ausencia las voces críticas: ni una-, se trataba de compartir experiencias, pero también de confirmar las tesis municipales: que este es un medio de transporte moderno, eficaz, sostenible, de gran capacidad y, a la larga, barato. A día de hoy, unas 206 ciudades en Europa y unas 400 en todo el mundo disponen de líneas de tranvía. Sobre todas ellas, para Barcelona, el espejo de Zaragoza. Y sobre la mesa, la necesidad de que el discurso sea técnico y cualitativo.

MANIFIESTO / Burdeos, Lyon, Nueva York, Berlín, Sídney, Zúrich, Grenoble, Florencia, París... Todas estas concentraciones han abrazado o potenciado el tranvía en este siglo, y lo han hecho, según sus impulsores, con éxito a pesar del recelo inicial de la sociedad, que en los 60 y los 70, como sucedió en la capital catalana, aplaudió el fin del ferrocarril urbano. A principios del siglo XX existían cerca de 1.000 redes de tranvía. Según Joan Carles Salmerón, director del Centre de Estudios del Transporte (CET), su desaparición progresiva fue «la desinversión pública en infraestructuras más importante de la historia de Europa».

Esa dinámica, dicen los expertos, se ha revertido. Hasta el punto de que el gobierno de Ada Colau considera necesario ir más allá de la unión de tranvías por la Diagonal.

Ana María Moreno, directora general de Tranvías de Zaragoza y que participó en las jornadas, recalcó la «rentabilidad social clara», una vez superada la «carrera de obstáculos» para convencer al comercio. El tranvía tiene una longitud de 12,8 kilómetros, va de norte a sur y pasa por hospitales, escuelas, universidades, equipamientos y centros comerciales. En cuanto al tráfico, en algunos puntos deha bajado un 32%, pero de media, Zaragoza tiene un 8% menos respecto al 2009.

El congreso terminó con la firma, por parte de todas las ciudades participantes del Manifiesto de Barcelona, una oda a las bondades del tranvía, «clave en el nuevo modelo urbano» y un «poderoso instrumento de cara a la recuperación cívica del espacio urbano». Mientras Barcelona debate si copiar su modelo, Zaragoza ya piensa en la línea 2.