POR ADRIANA OLIVEROS

Poderoso caballero, don Emilio Botín. Ayer, a las siete y media de la mañana, el arzobispo de Zaragoza, Manuel Ureña, abría las puertas del Pilar para permitir la entrada al presidente del Banco Santander y a 2.000 de sus directivos, que andaban en la ciudad por una convención. El empresario quería entregar un manto a la Virgen. Un peculiar manto, más que nada porque en lugar de escudos o dedicatorias, llevaba... ¡el logo del Santander!

Pero no fue lo único sorprendente del día. El templo se había teñido del rojo corporativo de la firma --el mismo en las corbatas, en los pañuelos y en la bufanda de don Emilio--. Un color que, según Botín, a la Virgen le sentaba "muy bien". El protocolo del presidente del Santander invitó a las damas de la Virgen --a las de la vela, que no se mueven del altar-- a desalojar, para dejar despejadas las primeras filas. Y hasta se permitió el acceso al camerín para besar a la Virgen no solo al propio Botín si no también a varios de sus directivos. Un gesto que, habitualmente, está restringido a los miembros de la Casa Real, a autoridades eclesiásticas, como honor muy excepcional a algunas personalidades y a los niños que todavía no han hecho la comunión.

Este momento fue el colofón de la jornada, fotografiado por muchos de los directivos del banco con sus cámaras compactas. Los mismos que, pocos minutos después, abandonaban el templo para hablar de otros temas más económicos, tras cantar el himno a la Virgen y dedicarle un aplauso a la patrona y a su reluciente manto.

Mientras, Ureña conducía a la sacristía a Botín, al consejero delegado del Santander, Alfredo Sáez, al director territorial, Jesús Rodríguez Almarza, al director general de Banca Comercial, Enrique García Candelas, y a su director comercial, Juan Manuel Cendolla. Y, acto seguido, el propio arzobispo le acompañaba a la puerta para que retomase su apretada agenda. Botín se mostró sonriente, pero poco hablador. "La Expo será más tarde, hoy estamos aquí para ver a la Virgen", aseguró el presidente del Banco Santander. Y quien sabe si ahora ella, con ese manto, pueda obrar el milagro de que bajen las hipotecas.