Andalucía no es un lugar físico, es un estado de ánimo. Ayer la Casa de Andalucía en Zaragoza se empeñó en demostrarlo. Cientos de emigrantes andaluces en la ciudad celebraron el día de su comunidad, en honor a la promulgación del Estatuto de Autonomía que cumplió el sueño del padre del nacionalismo andaluz, Blas Infante: el autogobierno. A él y a su tierra dedicaron los actos festivos, el vino, y el emotivo canto del himno regional, compuesto por el propio Infante.

El objetivo era sentirse como en casa. Es decir, como en su otra casa, dado que la actual es Zaragoza. Algo que quiso recordar el presidente del colectivo, José Eduardo García. "Somos andaluces, aragoneses, españoles", expresó, poco antes de leer los versos de una sevillana en la que decía sentirse tanto baturro como andaluz. Fue el sentimiento general de una tarde-noche plagada de gestos a la identidad regional andaluza.

Antes que nada, un centenar de personas fue a la rotonda Blas Infante (frente a la pasarela del Voluntariado). Colocaron una corona de flores y claveles blancos en honor al padre espiritual del regionalismo andaluz. Para entonces muchas mujeres ya vestían con trajes folclóricos.

Más tarde, en la Casa de Andalucía, los vestidos tradicionales eran multitud. Allí recibieron al alcalde, Juan Alberto Belloch, y a la directora general de Voluntariado y Participación de la Junta de Andalucía, Rosario Ayala. La representante del Gobierno entregó a García el premio a la Mejor Casa de Andalucía en el exterior 2011. Una forma de poner en valor su labor de integración de ambas culturas.

Es el segundo premio que recibe en seis años (tiene carácter bianual), algo que, como explicó el propio presidente, supone un reconocimiento al trabajo realizado por la asociación. El Día de Andalucía en Aragón terminó, como no podía ser de otro modo, con una cata de vino blanco. A ritmo de sevillanas y guitarras españolas, los andaluces disfrutaron desde la lejanía de su tierra, Andalucía, tan lejos, y sin embargo tan cerca de la capital aragonesa.