Tras el huracán Matthew en octubre del 2016, Haití volvió a quedar arrasado cuando todavía no se había recuperado de los estragos del terremoto del 2010. Recibió ayuda humanitaria de diversas oenegés de todo el mundo, y entre ellas, se encuentra Arapaz. Gracias a un proyecto de emergencia de la Diputación Provincial de Zaragoza dotado con 30.000 euros y a la colaboración de un particular, esta asociación envió al país como cooperante a Arantxa Mancho a comienzos de enero. «Los días allí son muy intensos y aunque solo estuve 10 parece que fuese muchísimo más tiempo porque nos levantamos a las 6 de la mañana y trabajamos hasta las 8 de la tarde, por lo que pasa muy lento», explicó esta zaragozana tan solo dos días después de haber regresado de Haití.

El papel que desempeñó Arantxa se basó en coordinar y supervisar que la ayuda y el dinero recibido para realizar las compras de los suministros se distribuyesen equitativamente. Con los fondos recibidos desde Zaragoza se compraron alimentos, productos higiénicos y semillas de café y frijoles para reactivar la economía de las comunidades de montaña de los alrededores de Tiote, ya que su subsistencia se basa en la agricultura y comercialización de estos dos productos. De estas ayudas para dos meses de sustento se beneficiaron 250 familias de cuatro comunidades. Sin embargo, pasarán alrededor de 9 meses para que estos haitianos puedan volver a vivir de lo que produzcan sus cosechas.

La ayuda

Los paquetes humanitarios estaban compuestos de arroz, aceite, harinas, pescados enlatados, arenques en sal, fruta, algo de carne, pasta, leche en polvo, galletas para los niños y cosas de higiene como jabón de ropa y de cuerpo y pasta de dientes. También incluyeron manteca que utilizan para cocinar, salsa de tomate, maíz y unos 2,5 litros de aceite por familia. Al no haber neveras, los alimentos están enlatados o tienen que ser procesados para su consumo.

Además de donar estos suministros a las familias, los compraron en Tiote, para dar beneficio a las tiendas locales. Desde allí tuvieron que realizar 15 viajes con un coche que les prestó la asociación que trabaja allí llamada Fe de Cares para poder distribuir todos los productos.

Estos repartos se solían hacer en algún lugar cerrado, y así organizaban un circuito por el que cada familia pasaba a recoger los productos que le correspondían. Para llevar un control, los haitianos firmaban en unos formularios o aquellos que no sabían escribir dejaban impresa su huella dactilar. «Hay muchos que no saben leer ni escribir, porque como son sociedades cafetaleras los niños no van a la escuela cuando se corta el café. Aun así se esforzaban por hablar francés con nosotros aunque su lengua materna es el criollo», relató Arantxa.

Estos repartos se vieron facilitados por la colaboración de los líderes de las comunidades, que son personas que se han ganado el respeto de todos los vecinos. Normalmente son personas con un mayor grado de alfabetización y se organizan gracias a ellos aunque no tengan ningún poder político.

Tanto en Tiote como en las montañas de sus alrededores los haitianos viven en muy difíciles condiciones ya que no cuentan con luz, ni agua corriente y las casas tienen construcciones muy sencillas y pobres. Existe una alta mortalidad infantil y por ellos las parejas suelen tener entre 6 y 8 hijos de media y además la esperanza de vida tampoco es muy alta porque no tienen acceso a la sanidad más allá de algún curandero. Tienen por costumbre construir las tumbas de sus difuntos en los patios de sus casas porque creen que los protegen. «Cuando nace un niño sus familiares le lloran por la vida de sufrimiento que va a tener», apuntó la trabajadora de Arapaz.

A pesar de que ser cooperante no es fácil, Arantxa lo recomienda. «Es muy gratificante y aunque algún día no comimos, me conciencio para pensar que ya comeré al día siguiente».