Todos los que están leyendo este periódico aprendieron geografía, historia y matemáticas con libros que llevaban en su cartera o que dejaban en el pupitre de la escuela. Ha sido lo habitual desde que, en el siglo XV, Gutenberg inventase la imprenta. El descubrimiento permitió la difusión de la educación y la cultura, y favoreció el desarrollo del humanismo que en siglos posteriores revolucionaría también la evolución científica e industrial.

Ahora, en la aldea global que Marshall McLuhan bautizó en los años setenta del siglo XX, una nueva revolución modifica también los métodos de educación. Internet ha interconectado el mundo, las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento (TIC) se cuelan en todos los ámbitos y los libros de texto parece que tienen los días contados. Si a través de la red los alumnos pueden disponer de contenidos digitales que sustituyen al libro que llevaban en la mochila, puede suponer una innovación beneficiosa pero que conlleva otras transformaciones en el sistema.

A lo largo de la historia del libro de texto, que se implantó como tal en el último tercio del siglo XIX con la creación de las escuelas de grado, han cambiado las metodologías de enseñanza. Entrado ya el siglo XX, un solo manual, la Enciclopedia Escolar Álvarez, era un compendio completo de un curso en educación primaria. En los ochenta y los noventa surgieron los cuadernillos que complementaban cada libro de texto de cada una de las asignaturas, con nuevas técnicas pedagógicas que llenaron las carteras de los alumnos y provocaron la queja de padres y médicos de familia por el sobrepeso que soportaban las espaldas de niños y niñas.

Durante todo ese tiempo, el método utilizado fue el modelo tradicional expositivo (el maestro enseña) y receptivo (el alumno toma notas y consulta el libro de texto). Ahora todo cambia. Según Enrique García, decano de la Facultad de Educación de la Universidad de Zaragoza, los maestros «deben cambiar el chip», es decir, el profesor más que enseñar «debe facilitar el aprendizaje» al estudiante.

Competencias digitales

La educación clásica trabajaba tres competencias: leer, escribir y aritmética, las 3R (del inglés write, read, arithmetic) que, según García, cambian ahora por las 3X: explorar, expresar e intercambiar (también del inglés, exchange): «Los nuevos alumnos necesitan manejo de información en el aprendizaje y eso y no lo pueden encontrar en un libro de texto, que es un conocimiento cerrado», puntualiza el decano de la facultad de Educación.

Aragón fue una de las comunidades autónomas pioneras en la implantación de material digital en las escuelas, a través del programa Escuela 2.0 en el 2010 y Escuela 3.0 luego, impulsados por el Ministerio de Educación en colaboración con las comunidades, pero desde el año 2013, aunque estaba ya implantado en todos los colegios de primaria, se anuló por falta de financiación y por la escasa continuidad en los institutos de secundaria. Uno de los objetivos de estos programas era dotar de un ordenador portátil o tableta a los alumnos de 5º y 6º de primaria y 1º y 2º de secundaria.

NO SUSTITUIR

El profesor García destaca que «las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento aportan interactividad y multimedialidad (imagen y sonido) frente al libro de texto, pero no debería sustituirse un soporte a otro». «Hay que seguir escribiendo en papel», añade, «pero también dar paso a la utilización diversa de materiales con el potencial de las nuevas tecnologías».

Observa, por otra parte, que «los padres deben cambiar también su mentalidad y que no se sorprendan si sus hijos no llevan libros de texto a la escuela».