Las nuevas tecnologías y las experiencias de otros territorios pueden aportar datos interesantes a la gestión del saneamiento, a la mejora de la calidad del agua que se vierte a los ríos y, en definitiva, a proteger al medio ambiente de la contaminación que la actividad rutinaria de ciudades y pueblos generan. Y Aragón ha decidido probar algunas de las técnicas que ahora están en el mercado, y ha elegido a Teruel como la provincia donde empezar a experimentar. Allí será donde el Instituto Aragonés del Agua (IAA) ponga en marcha una novedosa técnica basada en "juncos plantados sobre filtros de gravas".

"El objetivo es realizar el proyecto de inmediato, durante los próximos meses. La actuación entraría en servicio en el año 2017". Así lo aseguran desde el IAA, que están tratando de analizar la forma de financiar esta prueba piloto que, de ser positiva, puede acabar extendiéndose por todo Aragón. Todavía no apuntan los costes que tendrá, ni pueden garantizar que contarán o no con aportación de fondos europeos para lograrlo, pero sí que en caso de afrontar algún desembolso económico, este se haría con cargo al Fondo de Inversiones de Teruel (FITE) para el 2016.

"Se quieren comprobar los costes reales --incluyendo construcción, amortización o el mantenimiento, entre otros gastos--, y los resultados de la tecnología extensiva y de su posible adecuación a las diferentes tipologías de población", explicaban desde el IAA a este diario.

¿En qué consiste?

Se empezará a experimentar con una técnica con la que ya se ha probado en el sur de Francia. Según la información que se dispone sobre este modelo, los filtros son excavaciones en el suelo, estancas, rellenas con capas sucesivas de grava o de arena de una granulometría variable. Las aguas depuradas son drenadas y los filtros se alimentan por tongadas de aguas residuales brutas. Para un mismo piso, la superficie de filtración está separada en varias unidades que permiten instaurar periodos de alimentación y periodos de reposo.

Cuestiones muy técnicas que dejan tras de sí importantes ventajas, según los expertos que ya lo han puesto en práctica en localidades francesas. Entre ellas, aseguran, está el bajo consumo energético, el inexistente ruido ambiental y su buena integración en el paisaje, y que no es imprescindible tener un alto grado de cualificación para su mantenimiento.

Entre los inconvenientes, que también los han detectado, figura la necesidad de una superficie importante (accesos incluidos), el equivalente a la de una laguna natural. Pero es viable en Teruel, parece.