"Siempre adelante". Esa es la frase que Silvia Leciñena, de 42 años, luce en su brazo izquierdo después de conseguir salir con vida de la explosión, ocurrida hace hoy un año, en Pirotecnia Zaragozana y en la que murieron seis personas y otras seis resultaron heridas graves. Entre los fallecidos estaba su esposo, Carlos Comas, y entre los lesionados su hermana Ana Isabel. El dolor por las pérdidas humanas y por las constantes intervenciones quirúrgicas no han hecho que estas dos mujeres dejaran de sonreír. Sus hijos --Carlos, Raúl, José Ángel y Beatriz-- son su razón de vivir y de disfrutar del milagro que el ladrido de Lucky --un perro del cuerpo de bomberos de la Diputación Provincial de Zaragoza (DPZ)-- hizo al encontrar a una herida Silvia bajo decenas de ladrillos de la caseta en la que estaba haciendo fuegos artificiales.

Ayer, en un parque de Casetas, estas dos mujeres se volvieron a reencontrar con Lucky y el bombero provincial Florencio Pascual. Nunca un simple abrazo y una sonrisa enmudecida por la emoción significó tanto: el agradecimiento por vivir. Tras ese gesto, repasaron los momentos complicados por los que Silvia y Ana Isabel han pasado durante este año. "Me vienen flashes a la cabeza de lo que pasó el 31 de agosto del 2015, pero no he querido verlo, prefirieron mirar hacia adelante", afirma Silvia. "Mi marido siempre hubiese querido que sonriera", apostilla.

Valiente

No por ello, Silvia no se enfrenta al dolor. De hecho, tras darle el alta hospitalaria en el mes de diciembre no dudó en ir a lo que la Guardia Civil bautizó como zona cero tras ser arrasadas en siete segundos las instalaciones de la pirotecnia. El recuerdo que quiere conservar es el de su esposo Carlos cuando le regaló lo que trágicamente fue su última sonrisa en el momento en el que pasó por su caseta de camino a coger material a un almacén.

Su hermana Ana Isabel reconoce, entre lágrimas, que intenta mirar hacia adelante, pero que cuesta. "Tuve suerte, pude morir como mi compañero de caseta", asevera, mientras recuerda que salió despedida 150 metros. Fue su marido, que también trabaja allí, quien desoyó los peligros y buscó a su mujer. La encontró y la llevó al hospital donde se salvó.

Ambas reconocen que no saben cómo agradecer la atención de los sanitarios, bomberos, vecinos, policías y demás personas que evitaron una mayor tragedia. Cogidas de la mano de Florencio y acariciando a Lucky se alegran de ver que las agujas del reloj giran y que cada segundo es para disfrutarlo. Que no se pare.