Una mujer, K. L. A., se retractó ayer ante el Juzgado de lo Penal número 9 de Zaragoza de las graves acusaciones que hace tres años, en febrero del 2014, vertió sobre el que era su expareja, Eugen M., al que acusó de quedarse el dinero que ella ganaba como prostituta y agredirle, quebrantando además con ello una orden de aleamiento que tenía sobre ella por una anterior condena de malos tratos.

Ella afirmó ayer que todo fue mentira. ««Tenía un trastorno mental -depresión y bulimia, entre otros, según detalló- y, por despecho, hice lo que hice», aseguró. «Pero ahora estoy mejor, sé lo que hice y no pasó nada», aseguró.

A la fiscala no le convenció esta nueva versión de la joven, y de hecho mantuvo los cargos contra su expareja, que fue recientemente detenido tras dos años prófugo. Los pasó en su país, «sin saber nada de esto», aseguró ayer. El ministerio público pide para él cinco años de prisión: tres por robo con violencia (por la recaudación que le quitó), uno por lesiones en el ámbito familiar y otro por quebrantamiento de condena.

Según los hechos que inicialmente denunció K. L. A. en comisaría, en enero del 2014 acudió voluntariamente a una cita con su expareja, y desde entonces comenzó a darle parte del dinero que le correspondía como víctima de maltrato y a ejercer la prostitución en una habitación de hotel que él tenía alquilada.

AGRESIÓN / Pero una noche, tras cobrarle a un cliente, él entró en el cuarto exigiéndole los 60 euros, y comenzó una discusión en la que él acabó por agredirle a patadas y puñetazos por todo el cuerpo. Tardó dos días en ir al hospital, por miedo, pero teminó por confesarlo todo ante la Policía.

Ayer, K. L. A. insistió en que esta denuncia fue falsa, y que llegó a autolesionarse, dándose «puñetazos» a ella misma, para incriminar a su expareja. La fiscala puso en duda que pudiese herirse en la espalda pero ella aclaró que fue «en las costillas».

También afirmó que el teléfono que figuraba en los múltiples anuncios de contactos en los que ofrecía sus servicios sexuales era suyo, pese a que a la Policía le figuraba como de su expareja y proxeneta. Ella aseguró que la habitación de hotel era en realidad del hermano de Eugen M., que se la dejaba como favor, para ganarse un dinero.

Eugen M., defendido por Carmen Sánchez, negó también todos los hechos, y negó incluso que se hubiera puesto en contacto con la que fuera su pareja. Tampoco sabía nada de que su hermano le dejase la habitación. Él la tenía alquilada, explicó, para cuando bajaba a Zaragoza «a buscar trabajo» o «de fiesta», porque en Calatayud, donde vivía, no le salía nada.