Visito Daroca con Carmen Posadas para ofrecer una charla literaria que deja sin asientos el foro de La Fundación, una moderna instalación donde se vienen celebrando los principales actos de la comarca.

En la encrucijada entre la tradición y la modernidad, Daroca cuenta con un animoso equipo municipal, deseoso de hacer cosas. Su alcalde, Miguel García, es de los regidores que tarda en llegar a casa porque los vecinos lo paran por la calle. Yo le digo que precisamente en eso debería consistir la política, como ya lo fue en la polis griega, donde no había asesores ni guardaespaldas, quedando frente a frente, en el foro, el representante y el representado.

En Aragón, y en el buen sentido, lo llamaríamos un comportamiento rocero. El que no tiene, por ejemplo, el ex presidente de Murcia y actual eurodiputado Ramón María Valcárcel, aquel adalid trasvasista, quien, para ir a Bruselas, compra dos billetes en low cost, a fin de que a su lado en el avión no se siente nadie.

Al terminar la conferencia charlamos distendidamente con Carmen Posadas sobre los Premios Planeta, de los que ella es jurado. La novela ganadora, Milena o el fémur más bello del mundo, del mexicano Jorge Zepeda Patterson, es un noir muy actual sobre la prostitución a alta escala y la corrupción política. La primera novela de Zepeda ya se titulaba Los corruptores. Me la recomendó el escritor y librero Fritz Glockner en la última Semana Negra de Gijón y me enganchó con su lenguaje periodístico, bañado con las gotas justas de literatura. Milena... narra la tragedia de una prostituta de lujo raptada en el Este, vendida, explotada, reducida a un despojo humano, pero que consigue finalmente enarbolar un resto de dignidad y tomar venganza, o justicia.

En cuanto a la novela finalista, de Pilar Eyre, Mi color favorito es verte, hay que destacar su reivindicación de la mujer madura a disfrutar de una segunda juventud. La autora sostiene que todo cuanto cuenta en su libro es o fue real, una apasionada y extrema historia de amor con un supuesto corresponsal de guerra francés con demasiados secretos, tantos como los que dominaba en el terreno amoroso. Sobre los lances eróticos, Eyre hilvana un relato con guiños al lector en clave de ironía, desnudándose hasta las cachas para mostrarnos un alma intensa, cansada y reivindicativa a la vez. Rocera, podría decirse (no así del alma de Ramón María Valcárcel).