Tuvieron que ayudarle a bajar de la bici. No podía andar y resbalaba con la fijación de la zapatilla. Se organizó un auténtico corrillo de cámaras alrededor suyo. Chris Froome estaba herido, magullado y con la rodilla izquierda lastimada. No está teniendo suerte la Vuelta con las caídas. "Me dijo que tirase para adelante. Nos agradeció el trabajo. Se dio un buen golpe", resumió Mikel Nieve, su compañero de equipo.

Se acababa de bajar la bandera roja que simboliza el inicio de la etapa. Los ciclistas circulaban por Les Escaldes. Pasaban solo tres kilómetros, mucha gente, demasiados corredores en la trayectoria de la curva. Froome se precipitó contra el bordillo. Se golpeó la rodilla. Sucedió en el peor momento cuando muchos ciclistas trataban de buscar la escapada inicial. En un abrir y cerrar de ojos, el ganador del último Tour, ya tenía al resto de figuras de la carrera a un minuto de distancia. ñMe tuve que vaciar demasiado pronto en la ascensión inicial. Pero lo que realmente me perjudicó fue el fuerte dolor en la rodilla. Todos mis compañeros han estado a mi lado. Solo puedo agradecerles la entrega", explicó en la meta.

La Gallina

Froome se subió a uno de los coches del Sky y se dirigió al hospital de Andorra la Vella. ñEs el corredor más competitivo que conozco. No tenía necesidad de correr la Vuelta y se había apuntado para luchar por la victoria", añadió Nieve. Froome quedó ayer al borde de la retirada.

El Sky trató de engañar a las escuadras rivales en la primera parte de La Gallina. Froome, que ya se encontraba mal, colocó a todos sus compañeros al frente del pelotón para buscar un ritmo, el más suave posible, que aliviase la crisis de la que ya estaban informados sus gregarios. Si era pasajera en el descenso podría arreglarlo. Sin embargo, a tres kilómetros de la cumbre, Froome cedió. Y no lo hizo como otras veces cuando da la impresión de que busca un impulso, mira los vatios, captura al grupo y luego los ataca y los deja atrás. Esta vez era otra cosa. Esta vez era una crisis de verdad.

Froome se acercó al médico. Necesitaba un analgésico. Coronó con tres minutos. Otros se habrían marchado. Pero él siguió, conocedor de que ya era imposible ganar en un mismo año Vuelta y Tour.