El Real Zaragoza terminó la temporada 2016-2017 prácticamente sin patrimonio. En su primer proyecto de autor y ante semejante final de Liga, eludiendo el descenso in extremis, Lalo Arantegui decidió cambiar de planes, rehuyó cualquier continuidad (que era su primera intención) e hizo tabla rasa. Sus objetivos: renovación absoluta, apuesta por la cantera, contratación de futbolistas con talento natural, jóvenes, con hambre y revalorizables. Hacer equipo y crear riqueza a la vez. Sobre esa línea de trabajo, un dibujo sobre el papel en verano, ha construido el Zaragoza una realidad visible. Un equipo que está cerca de certificar el playoff de ascenso y pelear por subir a Primera con todo el fundamento y un buen número de consistentes razones.

Ha sido necesario para ello el convencimiento absoluto del director deportivo, la paciencia de la Sociedad Anónima en varios pasajes críticos de la temporada y el atrevimiento de Natxo González, que se jugó su pellejo con Pombo, Lasure, Guti o Delmás en las alineaciones, ha madurado a fuego lento a Papu, ha hecho crecer hasta su máximo nivel a Eguaras, ha sabido llevar a Verdasca o a Benito y ha creado el entorno perfecto para la explosión de Borja Iglesias en el fútbol profesional. No todo ha salido bien, porque casos en sentido contrario también hay, pero muchas apuestas hoy son realidades. Ahora el club renueva a Pep Biel en esa misma dirección y, mientras, planea su próximo proyecto con nombres de ese mismo perfil en cartera. Gual, Gonzalo Villar...