Habló el balón y España se quedó muda, asumiendo que ya no es lo que fue. Era un equipo hegemónico e indiscutible, capaz de tiranizar el fútbol con la pelota entre los pies. Pero el éxito no es eterno. Ni siquiera tener al mejor del mundo te lo garantiza. Si no que se lo pregunten a Argentina, que ha hecho renegar a Messi hasta de su propia piel. España ha descendido, muy a su pesar, al segundo nivel europeo y mundial. Como anunció Piqué, uno de los más lúcidos tanto en el campo como fuera, ñtoca aceptar" esa caída. No hay más. Aquel equipo campeón, que no es este que se desplomó ante Italia, pertenece al recuerdo y quedará para siempre como patrimonio de la memoria. Pero ya no existe.

Duró mucho, tanto que hizo pensar incluso que lo habitual era ganar. Ganar y ganar, sin más. Pero nada habituales en la élite son esos ciclos tan continuados --ni Alemania, por ejemplo, ni Italia o Francia lo han hecho en la última década--, por lo que ahora el viaje a la normalidad se presume aún más duro. A partir de este momento de depresión y desconcierto, España será prisionera de su historia. El recuerdo de la obra que levantó del 2008 al 2012 aumentará con el paso del tiempo.

Competirá, por lo tanto, contra el rival y contra sí misma. Ahora, España es terrenal, capaz de perder con las dos primeras selecciones potentes (Croacia e Italia) que se le han cruzado en su camino, a pesar de que la idea que le sostenía se mantenía inalterable. Pero los actores no son los mismos. No hay equipo que resista el deterioro del paso del tiempo ni el abandono de sus piezas claves. Bastante duró la vida en el paraíso con un Mundial y dos Eurocopas en cuatro años legendarios, dejando, además, un legado que perdurará por los siglos de los siglos.

España, que nunca fue modelo de nada, se convirtió en una referencia planetaria, provocando revoluciones culturales de tal magnitud como que hasta la Alemania de Löw, actual campeona del mundo, quiere ser como ella, abandonando los teutones incluso sus tradicionales raíces. Tuvo la selección española una manera de jugar especial, singular y, al mismo tiempo, hermosa. Y muy exitosa. España tiene que articular, de nuevo, su discurso futbolístico, pero sin perder de vista la ruta que le ha llevado a la cima. En los últimos dos años, tres selecciones con un engranaje táctico similar --la Holanda de Van Gaal, el Chile de Sampaoli y la Italia de Conte-- han despojado al campeón de su corona.

LAS REFLEXIONES

"No hay que darle más vueltas. El equipo no tiene el nivel que tenía cuando ganamos Eurocopa y Mundial", sentenció Piqué, el futbolista que con mayor precisión ha diagnosticado, junto a Iniesta, el desplome de España. ñEstuvimos demasiados pendientes de ellos", subrayó el capitán del Barça, dolido porque la selección no fue fiel a su modelo. Ni supo serlo. Hay otros análisis. ñItalia fue mejor, estuvimos tímidos en el primer tiempo", contó Del Bosque. Pero no son tan certeros y profundos como el de Piqué, quien obliga además a revisar el estilo para que sea ñmás efectivo".

Ahora, cuando Del Bosque pasa sus últimas horas en el cargo, España se halla ante una encrucijada. No solo por el técnico que elija (Caparrós, Lopetegui, Jémez, pese a que acaba de firmar por el Granada con cláusula escapatoria, y Míchel figuran entre los candidatos) sino por el camino que emprenda. No es elegir tan solo un seleccionador, es algo mucho más trascendente.

Ya no están los pilares (Xavi, Casillas, que colgó en sus redes sociales un vídeo de Rambo que sonó a despedia --ñ¿odiar a mi país? ¡Moriría por él!", se escucha decir a Silvester Stallone--, Puyol, Villa, Torres, Xabi Alonso) que sostenían a la España imperial. Queda Iniesta. Se verá ahora si el toque está realmente inoculado en el gen del fútbol español.