Horroroso. Posiblemente España jugara anoche el peor partido de la era Aragonés y de la era Del Bosque. Por muchos palos que diera Croacia, que tampoco fue tan agresiva, y pese al cerrojo más caro por el que ha pagado Bilic en su vida, la Roja protagonizó un partido que en nada corresponde a su aristocrática forma de entender y desarrollar el fútbol. En la primera parte aplicó inteligencia y pausa, sin prisa alguna frente a un adversario cosido a una estrategia conservadora, a la espera de noticias de Italia para pisar o no el acelerador. Cuando lo hizo, obligado por el gol de Navas, estaba fuera de la Eurocopa.

Algo ocurre en la selección. Pasó a cuartos como primera de grupo y ganando gracias a una jugada de cartabón, pero Casillas tuvo que intervenir en un par de ocasiones para evitar la tragedia ---el cabezazo del sevillista Rakitic llevaba cianuro--- y hubo lances del encuentro en los que España vulgarizó su estilo hasta hacerse irreconocible como campeona del mundo.

Lo que le pasa, más a Vicente del Bosque que al equipo en sí, es que trabaja los partidos con el fantasma de David Villa a cuestas. El técnico diseña la táctica angustiado por la baja de su principal goleador, y sus dudas se trasladan al grupo, salvado por su genética, por una generación capaz de hallar la puerta de salida de cualquier manicomio con un solo instante de lucidez.

Una cosa de locos

La segunda parte fue una cosa y una casa de locos. Del Bosque sorprendió ante Italia con una alineación sin delantero centro cuando dispone de tres. Su apuesta por Cesc tenía algo de razonable, pero no cuajó del todo. Frente a Irlanda puso a Fernando Torres en el once y el Niño, motivado por la peor defensa del planeta, hizo dos goles. Ayer, Torres no entró en escena y a Del Bosque se le apagaron las luces. Tenía a Negredo como recambio natural, pero prefirió a Navas para sustituir al 9 del Chelsea. Luego buscó un mayor control porque Croacia amenazaba y Silva estaba enemistado con la pelota. Entró Cesc y aquello se convirtió en un correcalles, cada uno accionando su mecanismo individual, confundidos la mayoría por el que papel que le correspondía a Navas sin un rematador. La mezcla no solo impidió que España recuperara la posesión que pretendía su entrenador, sino que la pelota, salvo en los pies de Iniesta, simpatizó con Croacia, para entonces sin calorías suficientes para inquietar a Casillas pese al batallón de gente ofensiva que sacó Bilic al campo.

Portero majestuoso

En el viaje de ida y vuelta, la Roja pudo quedarse sin billete para cuartos. No fue así primero porque cuenta con un portero majestuoso, hoy por hoy el mejor, y porque del error hace acierto y de la paradoja, un gol. En el tanto participaron dos de los que no se enteraban de nada, Cesc, autor de una magistral asistencia a Iniesta, y Navas, que marcó a portería vacía el regalo del centrocampista del Barça. Se podría alabar de igual manera a Del Bosque por su acierto en los relevos, pero sus intenciones no cuadraron con el feliz epílogo del encuentro. Apuntó al caballo y dio al jinete.

El excelente seleccionador tendrá que tomar algunas decisiones si quiere pugnar por el título. Torres no está para asumir toda la responsabilidad atacante en citas grandes y desconfía de Negredo y de Llorente porque no halla en ellos la versatilidad, la sintonía y la pegada del asturiano. Pero Villa, recuperándose de su lesión, comenta partidos en lugar de jugarlos, así que será mejor que ese espectro no le confunda más. La Roja necesita a Del Bosque, su sensatez, su contagioso equilibrio, no a un hombre desorientado.

España entra ya en combates que se deciden por KO, donde una referencia arriba suele ser ineludible. Los automatismos de los genios necesitan un tipo que les barra el felpudo de la media luna. Sea quien sea, pero jamás un fantasma.