El Club Deportivo Universitario Rugby UNIZAR pronto cumplirá sus bodas de oro. Nació en el año 1969 y siempre ha sido la referencia de este deporte en Aragón. Ligado siempre a la Universidad de Zaragoza, hace seis años decidió dar un giro de 180 grados creando la escuela. Este año cuenta con 204 jugadores de los que 87 pertenecen a la escuela. Después están las 35 chicas, 48 sénior, el equipo sub-18 y los veteranos.

Joao Henriques es el director técnico del club. Hace un balance de la temporada. «De sub-16 para abajo no hay competición. Tenemos un buen equipo sub-14 y por abajo no nos interesan los resultados. En la categoría sub-18 y la femenina hemos sido campeones y el sénior masculino ha sido cuarto». Ve mal que no haya entre los más jóvenes competición. «Porque de esta manera no se desarrolla el rugby. En España el rugby se inicia en la universidad y últimamente se ha apostado en las escuelas. Si hay pocos niños, no hay competición», explica.

En el CD Universitario se prioriza en la escuela «la diversión y la formación, para que los niños de 8 años adquieran unos valores y una experiencia y de mayores sean jugadores del club. Así, cuando lleguen a sub-18 tendrán una formación y no les tendremos que enseñar a pasar la pelota», dice César Pamplona, el coordinador de la escuela.

Ahora el trabajo con la cantera se ha convertido en una necesidad. «Hace seis años los jugadores séniors vieron que no había nada detrás y había que empezar de cero con entrenanadores con formación y buscando entre los hijos de los jugadores. De 15 jugadores se pasó a los 87 de esta temporada», dice Pamplona. La captación es por el boca a boca. «Los amigos de los jugadores traen amigos. Solo damos una hora al año en los colegios y se les transmite que hay que respetar al adversario. Al 70% le gusta, pero dar el salto al campo es más difícil», indica Henriques.

El técnico luso explica que el rugby «no es un deporte de lucha, sino de evasión, de correr y escapar. Se permite el contacto cuando no nos conseguimos evadir. Si puedo pasar por la puerta, para qué me voy a dar con la pared». Los padres no son un problema. «No critican al árbitro y al contrario. El rugby es un deporte muy distinto. Cuando terminamos hay un tercer tiempo. Con los niños no toman cervezas, sino un refresco y un bocadillo», dice el luso. Los niños se inician a los cinco años. «Se entrenan dos horas a la semana a base de juegos. Después hacen partidos básicos en la categoría sub-8. En sub-10 empieza a haber más faltas y en sub-14 entran en las reglas generales del rugby».

El Universitario decidió fichar a Henriques este año. Vino de Badajoz. «Necesitábamos alguien que actualizara nuestro patrón de juego. Nos ha dado unos esquemas porque antes hacíamos juego libre», dice Pamplona. Henriques prepara al equipo sénior y al sub-18. «Algunos piensan que mis métodos son de los años ochenta. Hago un calentamiento muy rápido del judo y hoy en día se hace en los mejores países del rugby. No me gusta el contacto, sino pasar la pelota y avanzar».

El objetivo es ir creciendo con una buena base. «Para competir en la Liga Nacional hay que tener una base muy grande. No es un objetivo tener un equipo en la División de Honor, porque habría que triplicar el presupuesto y la inscripción cuesta 15.000 euros. No tenemos apoyo económico del Gobierno de Aragón y estamos muy abandonados. Las chicas no han conseguido subir en la fase de ascenso», explica Pamplona. La seña de identidad del Universitario es su campo de juego. «Estamos desde 1969 en el campo de la Ciudad Universitaria. Es nuestra casa y nos da su cobijo. Queremos ser un digno mensajero de esta entidad pública. Tener un campo de hierba natural en el centro es un lujo», apunta.

La fiesta final de temporada se realizó a principios de mayo en el campo de la Ciudad Universitaria. «Juntamos las escuelas por la mañana. Hicimos partidos de padres contra hijos. Después montamos una comida e invitamos a jugadores de Badalona, Tarazona, Teruel y el Regimiento de Caballería. Por último, se entregaron los trofeos», concluye Pamplona.