—¿A qué se dedica ahora?

—De fútbol nada. Vivo en Valladolid y me dedico a mi restaurante y a vender tanto vacas como cerdos.

—¿Se podría decir que está retirado?

—La verdad es que sí.

—¿Y no le hubiera gustado retirarse de otra forma?

—Probablemente sí, pero tampoco tuve la posibilidad porque decidieron en el Valladolid no contar conmigo para este año ya que querían cambiar todo. Tenía opciones en el extranjero, pero irme fuera no era mi opción.

—Llegó bastante joven al Real Zaragoza, ¿cómo fue su adaptación al equipo?

—Me costó al principio por el cambio de club, pero la ciudad me encanta, es fantástica para vivir y tuve unos compañeros buenísimos de los que aprendí mucho. Tengo buenos recuerdos y buenos partidos en los que estuve. Por ejemplo, el 6-1 ante el Real Madrid es imposible de olvidar.

—En su primera temporada en Zaragoza le costó entrar en la dinámica del equipo y jugar minutos, ¿por qué?

—Sí, porque estaba lesionado y no pude entrar en el equipo como titular y jugando muchos minutos hasta el partido ante el Osasuna en El Sadar y marqué dos goles. Además no hice más que llegar y levantar la Supercopa. Aunque no la pude jugar por la lesión, estuvo muy bien.

—El siguiente año fue el mejor suyo con la camiseta del Real Zaragoza, ¿cuál fue el secreto de su rendimiento?

—Haber estado a gusto y bien. Además, Víctor Muñoz tuvo mucha confianza en mí.

—¿Echó de menos haber realizado mejores papeles en la Copa de la UEFA?

—La verdad es que sí. Además jugué la UEFA dos de los cuatro años en los que estuve en Zaragoza. Primero nos eliminó en octavos el Austria de Viena y, en mi último año, con el Aris de Salónica caímos en la previa y ese fue el año del descenso. Esa eliminación enrareció todo mucho.

—En aquellas plantillas había nombres muy importantes, ¿fue difícil hacerse un sitio?

—Sí, pero jugar con los mejores te viene bien porque aprendes mucho. No hay más que ver donde han jugado algunos de ellos.

—Usted era una pieza importante de un proyecto que apuntaba muy alto.

—Era una época que, con los jugadores que había en el Real Zaragoza, se podría haber hecho un muy buen papel.

—Pablo Aimar jugaba en su mismo puesto, tenía unas característicias similares a las suyas y el Real Zaragoza apostó fuerte por él, ¿cómo encajó su llegada?

—En un principio piensas que llega competencia y que será todo diferente. Por mucho que hicieras, sabes que van a contar más con ellos porque es lógico. Aimar o D’Alessandro dieron muy buen rendimiento ya desde la primera temporada y yo seguí jugando saliendo desde el banquillo. Casi entramos en Champions y, el año siguiente, fue el de los problemas.

—¿Cómo recuerda el 6-1 al Real Madrid?

—Es uno de los partidos más grandes. Pasó como en los sueños, porque no hacían más que llegar los goles. Fue precioso. En esa Copa del Rey ya veníamos de ganar al Atlético de Madrid 4-2 en La Romareda, que marqué gol a pase de Cani y ganamos 0-1 en el Calderón con gol de Ewerthon.

—Antes estuvo la eliminatoria contra el Barcelona y tuvo mucho que ver marcando un tanto decisivo en el Camp Nou. ¿Es ese su mejor gol?

—Es uno de los buenos goles que he metido, pero los ha habido mejores. Metí uno con el Valladolid en Huelva que fue el mejor y otro en Málaga que fue increíblemente bueno.

—¿Qué pasó en aquella final de Copa contra el Espanyol? ¿Se perdió el partido en el autobús?

—Fue un palo porque veníamos de eliminar a los tres equipos más grandes de España. Es mentira que se perdiera en el bus porque todo el mundo se pensaba que íbamos como favoritos y los primeros que lo pensaban son los que opinan eso. Sabíamos que iba a ser difícil.

—Algunos pesos pesados del vestuario apostaban por Savio como titular en su lugar, pero finalmente jugó usted de titular, ¿fue eso cierto?

—Yo jugué toda la Copa como titular, por lo que lo normal es que yo saliera, así de claro.

—Siempre se caracterizó por ser un mediapunta con mucho gol. De hecho, un año en el Valladolid metió 16 goles y en el Zaragoza su mejor año hizo seis goles.

—Aún pude marcar más, pero era joven y al final me perdí un poco con las fiestas. Está claro que pude hacer más, me faltó ser más consciente, porque lo demás creo que lo tenía todo para haber mejorado. Salía con Sergio García por ejemplo y tuve una época en la que me dejé llevar y, al final, eso es malo.

—¿Se arrepiente?

—Sí, bastante. Pero lo que está hecho ya no se puede cambiar.

—Aún así, ahora que ya no juega al fútbol y puede ver su carrera deportiva con perspectiva, ¿está satisfecho?

—La verdad es que sí, son muchos años de profesional y con un rendimiento continuo en la élite. No todo el mundo puede decir eso a pesar de que haya podido tener épocas malas, no es fácil.

—Lo que nunca le ha gustado es que le dijeran que le faltaba carácter.

—Exacto, porque no me falta ni nunca me ha faltado. Me ha dolido perder más que a cualquiera. Vería la gente que sería más frío en el campo, pero no tiene nada que ver.

—El año del descenso tuvieron cuatro entrenadores, ¿eso es sostenible para un jugador?

—Es imposible. Cuando empiezan a ir mal las cosas y todo el mundo cambia, llega un momento en el que ya no puedes cambiar más. Creo que lo hace bien el Valencia, que pone a uno de la casa, como nos pasó entonces con Manolo Villanova. Creo que era el ideal, pero le tendrían que haber puesto antes, porque fue el cuarto. Conocía bien la casa y creo que nos hubiera ido mejor.

—¿Se dieron cuenta tarde de que peleaban por no descender y no por objetivos más ambiciosos?

—Hubo un momento en el que nos estábamos metiendo muy abajo, pero pensábamos que no nos iba a pasar nada, hasta que metió Ayala al Deportivo de La Courña en el último minuto. Era un partido clave y ya pensábamos que estábamos salvados otra vez, pero luego volvimos al lío.

—¿Qué otros puntos de inflexión hubo?

—Empezó todo raro con la eliminación ante el Aris de Salónica. Empezó la temporada fea y mal, la gente se puso muy en contra y fue difícil.

—¿Qué pasó dentro del vestuario? Es difícil comprender que un equipo con esos nombres rindiera así.

—Había diferentes grupos o camadas, unos no tragaban a otros y los otros a los unos.

—Con el descenso se terminó su etapa en el Real Zaragoza.

—Curiosamente, en mitad de la temporada del descenso renové por cuatro años. Después llegó la oferta del Olympiacos, me la pensé pero acepté porque tampoco estaba muy a gusto ya en Zaragoza.

—¿Qué tal en Grecia?

—Empecé mal porque me lesioné. Me llevó Ernesto Valverde y me costó entrar. En verano nos eliminó el Anorthosis de la previa de la Champions pero luego fui jugando, me encontré a gusto, ganamos la Liga y, sobre todo, me acuerdo de la final de Copa. Quedamos 4-4 al final de la prórroga. Además fue un escándalo de resultado en los penaltis porque terminamos 15-14 y yo tuvo que tirar dos penaltis incluso. El portero del AEK era Saja y a Galletti le expulsaron tras marcar el cuarto gol por quitarse la camiseta sin saber que llevaba una amarilla.

—Tras dos años decidió volver a Valladolid.

—Quería volver a subir a Primera al Valladolid y en mi primera temporada no pudo ser aunque hice varios goles. Nos eliminó el Elche en la promoción de ascenso, pero al año siguiente logramos subir ante el Alcorcón.

—Vuelven a Primera División, su primer partido fue en La Romareda y ganan con gol suyo cuya celebración no sentó bien.

—Fue para un grupo de aficionados que les tenía mucha manía. Nunca les caí bien y, aunque son cuatro, no deberían estar en los campos de fútbol.

—Aunque el gesto fuera dirigido a unos pocos, La Romareda se lo tomó mal y más de una vez le pitó.

—Es lógico porque da la sensación de que estás celebrando un gol ante tu exequipo, pero aclaré en una entrevista que no era para todo el mundo. Casualmente, muchas de las veces que he jugado contra el Real Zaragoza he marcado, pero no tengo rencor. Me da mucha pena que no estén más arriba.

—¿Pudo fichar por el Athletic de Bilbao?

—Fue un lío muy grande porque fui recomendado por Iñaki Sáez por haber estado con él en la sub-18. Mi madre es vasca pero llegué con un cambio en la presidencia y no querían líos en plan que si no eran vascos vascos, no podrían jugar. Fueron varias veces, la primera antes de ir al Zaragoza y otra vez en el tercer o cuarto año de estar allí.

—¿Con quién se llevaba mejor?

—Con Cani me llevaba muy bien, con Zapater, con los argentinos… Como anécdota, recuerdo que Cani puso un petardo en el jacuzzi del vestuario y saltaron todas las rejillas. También con D’Alessandro, Diego Millito o Ayala. Este último me parece muy buena persona, muy buen compañero y aprendí muchísimo de él por su categoría de futbolista. También con Celades o Aranzábal hacíamos cenas y nos llevábamos muy bien.

—¿Cómo ve al Real Zaragoza?

—Le veo mal, ya no solo a nivel deportivo, que se puede estar mejor o peor, sino que vive sumido en una crisis de identidad desde Agapito. Hay gente que entra, que sale, es demasiado movido todo. Necesita estabilizarse, empezar de cero con gente de la cantera y hacer un proyecto bueno. No tiene todavía los suficientes jugadores para jugar en Primera.

—¿Cómo era Agapito Iglesias?

—Era un tío extraño. En la época buena estuvo todo increíble pero luego con el descenso… Hay cosas que no se pueden contar pero que no le dejan en buen lugar.

—¿Usted se pensaba que el Real Zaragoza iba a llegar hasta la situación actual?

—No te lo esperas de muchos clubs. Por ejemplo pienso en el Mallorca, que a nosotros nos descendió peleando por Europa y ahora puede bajar a Segunda B, ¡a Segunda B! Un Mallorca que jugó la Champions. Nunca piensas que puede pasar, pero pasa.