—Su última temporada es la 04-05, donde hasta se sueña con el título europeo.

—Sí, tuvimos nuestras chances ahí. Había un buen equipo. Nos faltó un poco, siempre decía que con dos o tres fichajes importantes podíamos dar ese salto de calidad, pero se fue desarmando el bloque.

—¿Con qué sensación se va ese verano tras no renovar?

—Con la espina clavada, porque tenía la esperanza de continuar. El Atlético llevaba tiempo detrás, pero yo quería seguir, me había comprado la casa, planeaba mi vida en Zaragoza, pero no hubo ese deseo desde el club. La oferta que se me hizo fue para que dijera que no. Me enfadé, porque si no me quieres mejor decirlo, pero que no me hagan quedar mal rechazando la propuesta. Noté que no había intención de que siguiera. El Zaragoza sacó traspaso conmigo, pero solo la mitad de lo que pagó.

—¿Fue un error irse al Atlético? Jugó poco allí.

—No, para mí no lo fue. Me costó adaptarme porque en los primeros seis meses pensaba más en el Zaragoza que en mi nuevo equipo. No aceptaba haberme ido. Echaba de menos todo y además tuve una pubalgia. Se juntó todo.

—¿Hasta qué punto influyó Víctor Muñoz en su salida?

—Tuve roces con él y uno de ellos creo que influyó para que me traspasaran porque él ya había renovado y la relación era difícil. Tiene un carácter complicado y yo no me callaba. Chocábamos. Eso fue determinante para el traspaso, pero, eso sí, me parece un gran entrenador.

—Tras el Atlético, se fue al Olympiacos y en el 2010 llega su enfermedad de riñón. ¿Qué pasó?

—Vino todo de un virus con la selección sub-17 en México, se me alojó en el riñón. Me llegó por el agua, por el hielo contaminado que me dieron en el hotel. Estuve un mes con antibiótico para la fiebre, jugué el Mundial sub-17 y lo disputé entero. En 2010, en un control rutinario, me dicen que algunos parámetros han salido mal. Había que repetir los análisis y lo hice tras jugar tres partidos completos en una semana. El lunes siguiente fui al hospital y estuve 15 días ingresado. No entendía nada, el técnico me llamaba y yo le decía que al día siguiente iba a entrenar. Venían los médicos griegos, me miraban, se iban y yo estaba loco porque me dijeran qué tenía. Era una insuficiencia renal, volví a entrenar, estuve con un tratamiento, después con otro y una junta médica me dijo que era muy arriesgado jugar. El funcionamiento del riñón lo tenía a un 30% y si lo exigía era peligroso. Por eso me retiré y volví a Argentina.

—Le operan y su padre le dona un riñón. ¿Lo hizo para volver?

—No, me hice el trasplante porque si no tenía que empezar con diálisis y quería solucionarlo cuanto antes. Apenas sabía lo que significaba un trasplante. Fue todo bien, estuve un mes tras la operación y no me animaba a preguntarle a la doctora si podía volver a jugar. No quería retirarme así, necesitaba un partido más, decir adiós en una cancha. Y la doctora me dijo que salió todo bárbaro y que si quería podía volver. Fue la noticia más linda tras el nacimiento de mis hijas. En octubre del 2012 fue la operación, en enero empiezo a entrenar con Estudiantes y después me llamó el OFI de Creta.

—Ya solo jugó 9 partidos.

—Me sentía bien y el noveno partido era ante Olympiacos en su cancha. Habían pasado tres años desde lo que viví allí. Al saltar fue una ovación tremenda, la gente llorando y aplaudiendo. Jugué los últimos 20 minutos y dije basta, ya está. Eso era lo que me faltaba, ese reconocimiento. Noté que ya había cerrado el círculo y nunca más tuve ganas de jugar.

—¿Qué significa el Zaragoza en su carrera deportiva?

—El club que me dio la oportunidad real de jugar en Europa, donde más me hice como futbolista. Hablo aún con Zapater, con Charly (Cuartero), con Cani cuando se retiró. Junto con Olympiacos, donde viví tres años espectaculares, son los dos equipos más importantes para mí.

—¿Cómo lo ve ahora?

—Me duele que esté en Segunda, que no haya podido ascender estos años. A ver si puede ser con el playoff... Ojalá ascienda, merece volver a Primera, porque además el club también parece que está más organizado. El último partido que vine, donde hice el saque de honor, fue un 4-0 al Valencia. Que me llamen para otro partido clave, el del ascenso (sonríe).