Eliana es una polaca de 25 años, a quien días atrás, en el barrio periférico Centocelle de Roma, dos agentes de la policía invitaron a abrir el bolso. Encontraron dos pares de botas. "El único par de zapatos que tenía mi hijo se ha roto y no tengo dinero para comprarle otros", confesó entre sollozos. Se la llevaron a la comisaría cercana, después de que, antes, quisiera pedir disculpas al titular de la tienda.

Giuseppe Riggio, de 48 años, es un artesano de Génova. Se encuentra en el hospital porque hace unas semanas, tras agotar todos los pedidos, cogió su pistola sin municiones, regularmente declarada, invitó como cómplice a un albanés en su misma condición y asaltaron una joyería. El joyero le disparó con balas de verdad. "Pido disculpas", dijo.

Son dos de los numerosos casos ocurridos recientemente sobre personas corrientes que se vuelven criminales por necesidad. Con frecuencia se trata de madres solteras, jubilados o adolescentes a los que los padres envían a las tiendas para robar algo de comida, fruta o verduras. A Pietro Bejiti, en Trevignano, a las puertas de Roma, le robaron de noche las cinco gallinas de la familia. "En 50 años no había sucedido nunca algo semejante", dijo a la policía.

Cerca de Brescia, 40 agricultores se han organizado en rondas nocturnas para acabar con el robo de productos del campo. En los supermercados desaparece el parmesano, un paquete de pasta o una lata de tomate; en los campos se esfuman las fresas y en los coches ya no se roban radios, disqueteras o Tom-Tom, sino la calderilla guardada en los ceniceros, la cajetilla de tabaco del o la bolsa de la compra depositada durante un momento en el asiento posterior.

"Son escenas que últimamente se repiten con frecuencia", explica Gianni Ciotti, vicesecretario provincial del sindicato de policía SILP-CGIL. "Se trata de gente de bien e inteligente, que, a falta de dinero, roba", añade. Según la Confederación Italiana de Agricultores (CIA), el promedio de 90 robos diarios de este tipo en los años 90 y hasta el 2010 alcanzan ahora la cifra de 150 de media diaria. Según la CIA, mientras el 80% de dichos robos tenía lugar hasta el 2010 en el sur de la península, en el 2011 las regiones del centro-norte han pasado de ocupar el 15% a representar el 30%.

Respecto al 2011 el número de microdelitos ha aumentado. Eran 34.600 y en los primeros meses del 2012 han alcanzado los 36.300. Los robos en las viviendas han pasado en el mismo periodo de 2.300 a 2.480. "El problema no es tanto el aumento de los delitos, sino el cambio de tipología", explica la policía. No se roban coches ni se asaltan bancos, sino el mostrador de un súper.

Parmesano, lo primero

En la clasificación de delitos, el primer lugar lo ocupa el parmesano, un queso especialmente nutritivo, comúnmente usado en las casas italianas. Sigue la gasolina o el gasóleo de los coches. Los camiones de la empresa romana de basuras, aparcados cerca de Porta Pía, en la capital, un día de estos aparecieron sin combustible. En otro barrio, la policía cazó a un grupo de hombres armados de tubos de goma y garrafas de plástico que estaban chupando carburante en cada uno de los coches aparcados. "No la venden, sino que la usan para ir a trabajar en su coche", explican los agentes.

Las estadísticas señalan que los 4.600 robos en coches durante el primer trimestre del 2011 se han transformado en 5.800. En el barrio romano de Ostiense, en una sola noche se cepillaron hace poco 250 vehículos, para llevarse "cosas de poco valor", según rezan las denuncias. Las crónicas registran un robo excepcional en unas cuadras cercanas a Milán: por la mañana los rancheros encontraron solo la cabeza y las patas de una ternera que había sido descuartizada.