Érase una vez una muchacha llamada Dorotea que vivía en el zaragozano pueblo de Trasmoz con su tío, un cura intachable. Presumida y coqueta, accede a hacer un pacto con unas brujas que rodeaban el pueblo a cambio de poder ir a la fiesta de la hoguera y conocer al hombre más interesante del lugar. Como si fuera una Cenicienta a la inversa, Dorotea acabó convirtiéndose así en la primera bruja de Trasmoz.

Esta historia es la octava de las Cartas desde mi celda de Gustavo Adolfo Bécquer. En 1863, el escritor sevillano se retiró al Monasterio de Veruela, a los pies del Moncayo, por una enfermedad. Durante su estancia recopiló leyendas que le contaba la gente, muchas de ellas sucedidas en Trasmoz, conocido como "el pueblo de las brujas". Ahora, estas leyendas son el hilo conductor de un documental que reflexiona sobre la figura de la bruja y el papel de Aragón en la Inquisición desde un punto de vista histórico y social.

Bécquer y las brujas, dirigido por la aragonesa Elena Cid, recupera un lado olvidado del escritor, y lo utiliza de eje central del proyecto: "Bécquer es quien realmente hizo el trabajo y nos ha dado la estructura. Nosotros solo seguimos su ruta y ampliamos la historia con expertos y gente del lugar. A través de sus cartas nos introducimos en el recorrido del mundo de la brujería y la Inquisición en Aragón". Al trabajar con material verídico y ficticio, Bécquer y las brujas se ha ideado como un documental novelado. Cid explica cómo juega con la ficción y la historia: "es novelado porque recreamos las cartas y jugamos con los relatos ficticios a la vez que con los historiadores que nos cuentan la realidad. Complementamos la preciosa ficción que no podemos perder yla historia y datos verídicos". Datos que obtienen a través de expertos en historia, literatura, y otras materias.

Para hacerlo más realista y envolvente, se introducirá la figura de una joven poeta que, tras encontrar Cartas desde mi celda, seguirá la ruta del escritor para descubrir las mágicas historias que siguen ocultas. Alba García será quien dé vida a esta joven que, según Elena Cid, sirve de conexión con el espectador: "representa a la persona que descubre el tema y hace el recorrido que hace Bécquer y que queremos que el espectador vaya haciendo también. Traslada la visión del espectador".

Y la intención es que haya espectadores de todo el mundo, ya que Bécquer y las brujas nació para darse a conocer internacionalmente: "Nuestro objetivo es que estas historias no se pierdan y se difundan más allá de Aragón. ¿Por qué todo el mundo conoce a las Brujas de Salem? No tienen mucha más historia de la que tiene Aragón. ¿Por qué la nuestra no es tan conocida? Queremos que no se pierda nuestro patrimonio histórico y cultural: las leyendas". Al final, el proyecto se resume en una misión heredada del escritor: "A Bécquer le interesaba que las leyendas no se perdieran con el paso del tiempo. Nosotros tenemos su mismo objetivo. Recogemos su legado". .