Negro, gay y el más desaforado de los rockers primigenios, Little Richard (Macon, Georgia, 1932) era un escándalo viviente en los conservadores años 50. Predicador adventista que considera la homosexualidad "una aberración" y "pecado", Little Richard es un escándalo viviente en los tiempos actuales, más progresistas o al menos políticamente correctos. Charles White recorre en Oooh, my soul!!! La explosiva historia de Little Richard la bipolar, siempre exagerada vida del cantante cuyo bigote inspiró el ídem de John Waters.

Richard Penniman (Penniman Books, sello de Penniman Records, tenía que editar por fin en España su biografía) nació con la pierna derecha más corta que la izquierda. "Deforme", según él. "Andaba de una forma rara: un paso largo y uno corto. Los chavales me decían de todo: maricón, nenaza, capullo, monstruo". Las pasó "canutas", asegura.

El potaje humano en el que creció en el Sur Profundo de EEUU no tiene nada que envidiar al descrito por Chester Himes en sus novelas harlemitas. Había una mujer a la que se cepillaban por turnos "seis, siete o diez chavales", entre ellos Richard. Homosexuales talludos que pagaban por hacer felaciones con los que no tardó en relacionarse. Un vidente, el Doctor Nobilio, que usaba como reclamo al "Hijo del Demonio: el cuerpo apergaminado de un bebé con cuernos en la cabeza y los pies como las garras de un pájaro". Su padre comerciaba con licor ilegal y murió en una reyerta de bar. Como banda sonora, gospel.

LO NUNCA VISTO

Huyó de casa con la troupe de Doc Hudson, un charlatán que vendía ungüento de serpiente. Cantaba Caldonia, de Louis Jordan, para atraer al público. "Era la única canción que me sabía que no fuera de la iglesia". Fue el inicio de una carrera en el antiguo mundo del espectáculo. Actuó travestido en minstrels (vodevil ambulante hecho por y para negros) y se hizo un nombre como cantante en shows de variedades.

Tomó buena nota del imposible tupé permanentado, el maquillaje y el lupino híbrido de blues y gospel de Billy Wright. Y del estilo con el piano de Esquerita, a quien conoció en el restaurante de la estación de autobuses Greyhound de Macon, abierto toda la noche, establecimiento que frecuentaba "en busca de sexo".

Aunque grabó por primera vez en 1951, no despegó hasta cuatro años después, en el año 1955 con Tutti Frutti. El mundo no había oído ni visto nada semejante. "Su tupé medía más de un palmo de altura. Y llevaba la camisa más chillona del mundo. Se diría que había estado bebiendo licor de frambuesa, concentrado de grosella y licor de menta, y que luego se había vomitado encima", dice el productor Bums Blackwell. En cuanto a su estilo vocal, el verso "A-wop-bop-a-loo-bop a-lop-bam-boom" es en su voz la onomatopeya del frenesí. El grito de guerra de Dionisio.

BREVE REINADO

Su reinado (como rey y como... reina, decía él) en el rock and roll fue breve. En 1957 ganó la partida la Biblia con la que participaba en orgías, mayormente como mirón y onanista. Se hizo evangelista, se concentró en la música religiosa y se casó con Ernestine. El matrimonio fracasó. "No me casaría con alguien como yo ni que tuviera diamantes en lugar de uñas y rubís en los ojos".

Su regreso se produjo en 1962. A partir de aquí, sexo, drogas, pasta, quejas por no tener más pasta y reconocimiento, narcisismo, adicción, malos rollos. Rutina rockera, sí, pero tan pasada de rosca que no hay quien abandone la lectura. Hasta que en el año 1977 volvió a los brazos del Señor. Primero como vendedor de biblias y después como predicador.

En sus sermones se presentaba como drogadicto y, atención, homosexual redimido. Mejor ignorar sus disparatadas palabras al respecto. Pronto concilió su faceta de hombre de Dios con la de artista profano. En su primera actuación en España, en Gijón en el 2005, hizo distribuir entre el público ejemplares del libro Buscando la paz interior. Declaración de intenciones.