--¿Está cansado Miguel Ríos? --No, pero sí veo que puedo estarlo y no me parece que me merezca la pena el seguir alargando las giras para que un momento determinado yo mismo esté harto de mí mismo. No quiero ser una especie de caricatura de mi propio trabajo. Seguiré siendo un profesional, pero no quiero tener la obligación de estar en el frente. Me apetece estar en la retaguardia, dejar que pase gente y verlos tirar adelante porque mi camino ya lo he recorrido con cierta dignidad y ahora me apetece divertirme y pasarlo bien. Y además necesito un cierto tiempo para mi propio análisis de lo que he vivido, porque esta es una profesión que está hipotecada por el futuro, siempre estás pensando en lo que tienes que hacer, no en lo que has hecho. Tiene tanta fugacidad el momento que vas quemando etapas muy rápidamente. Y ahora me apetece hacer memoria aunque con nostalgia cero ya que es un sentimiento castrante para el ser humano.

--Hace unos años decía en una entrevista que lo auténtico no interesaba. ¿Tiene algo que ver la situación actual de la música con su retirada? --También. Muchísimo. Considero que ya no es mi obligación defender un estatus y un modelo de oficio. Veo que hago menos falta. Está claro que los chavales van por otro rollo y me parece bien. En el fondo, está la pérdida de importancia de la música y de las artes en general en esta sociedad. A mí esto ya no me pilla con el ardor guerrero que tenía hace treinta años en el que decía, lucho contra esto, aunque me mate. Hay una cantidad de circunstancias que me indican que es el momento de dejarlo. Tampoco hay que dejar de lado el aspecto físico del rock, que es muy energético y que obliga a tener esa sintonía de hacer algo que tiene muchos cojones. Si fuera cantautor, duraría mucho más.

--El desprestigio del disco como producto... --También tiene mucho que ver con este adiós. La gente solo reclama las canciones de mis discos antiguos cuando los últimos probablemente estén mucho más trabajados y esto es muy triste para un artista. Sobre todo porque puede ser una moda pasajera, pero no lo es, porque es algo general y, además, yo no puedo asimilar del todo el concepto de creación sin soporte. Lo entiendo porque tengo dos dedos de frente, pero incorporarlo a mi propia vivencia es algo que me cuesta mucho. Dentro de nada no creo ni que exista el disco, será algo para coleccionistas y no voy a luchar contra algo a lo que no puedo ganar.

--¿Le gusta hacer balance? --No. Todo lo que he hecho me lo merezco, lo bueno y lo menos bueno. Los errores conceptuales que haya podido tener sobre mi propia carrera son parte del juego e incluso son más beneficiosos para la psiquis a la larga que la planicie de la meseta del triunfo. La gente de mi generación que se tuvo que quedar en un trabajo diario lo ha pasado fatal, muchísimo peor que yo, aún con toda la incertidumbre que tiene este oficio, contando con los daños psíquicos. Las desilusiones en este oficio suelen ser más fuertes que en muchos otros. Pero, creeme, me llevo mucho más de lo que yo esperaba cuando empecé.

--Muchas veces su significación política ha estado en el centro de la polémica, ¿considera que es una responsabilidad con la sociedad expresar sus opiniones? --El artista que se considere ser humano como cualquier otro, puede manifestar sus opiniones. Tampoco he hecho nunca proselitismo de nada. He dicho simplemente que abrazo un tipo de ideología que tiene que ver con la solidaridad, con la igualdad, con el reparto de las riquezas y, por supuesto, con el retorno a la propia sociedad de lo que vas ganando. En este mundo donde lo mercantil es tan fundamental hasta el punto que se ha convertido en el paradigma de la propia vida, trabajar con la emocionalidad de las ideas es importantísimo.

--Es su gira final, pero todo el mundo que le ha visto dice que está haciendo los conciertos más intensos de su vida... --La verdad es que siempre he tenido ese tipo de praxis, nunca me he guardado nada. Ahora, de pronto te das cuenta de que no te has equivocado. La vida de alguien que le llevara al horror de ver al final que se ha equivocado o que la ha perdido en futilidades o en el camino equivocado, tiene que ser muy amarga. Y tener la suerte como yo de seguir amando lo que hago hasta el final, tiene un gran valor. Por lo menos para mí me vale.