La declaración del viernes pasado de Kamal Ahbar puede que haya sorprendido a la mayoría, pero olía a bulo del bueno. Ahbar cumplió a la perfección el papel de exculpar a los islamistas, culpar a los muertos y huidos, pasar a cuchillo a los chivatos y además jactarse de ser un gran talibán, porque no tiene nada que perder.

Me da que al abogado de Zuhier alguien le tomó el pelo. Me da que abrir paso a este testigo no fue una decisión bien meditada por él y que se le ha vuelto en contra la táctica que compartía con su compañero de al lado para conspirar sin descanso.

"No seáis malos conmigo", le decía al resto de abogados al salir de la sala. Estos, mientras recogían bártulos, convenían entre ellos que este testigo había venido aquí a mentir. De hecho, hasta los defensores de los acusados a los que había exculpado se pusieron de acuerdo en ello con los acusadores allí presentes.

El letrado Abascal no se sorprendió demasiado. Es más, se fue bien contento de la sala. Qué casualidad que Basel Ghalyun, su defendido, conozca al testigo de la cárcel. Aquel día no tocaba hacer equipo con el abogado de Zuhier, como había ocurrido durante otros días.

Como decía al principio, puede que todo esto sorprenda, pero son las cosas que suceden cuando se llevan a terroristas de testigos. Nos ensucian a todos. Pero sacando algo bueno de todo esto, al fin las defensas han llevado un testigo de más de tres frases.

Hasta los islamistas piensan que el atentado lo cometieron los islamistas y no ha habido conspiración alguna. A lo mejor ha comenzado el juicio del 11-M. Por fin.