Antón Sagarra, nacido en Zaragoza en 1969, es doctorado en comunicación audiovisual y lleva 25 años escribiendo guiones de televisión, desde National Geographic hasta 'Sálvame'. Hoy firma ejemplares de su última novela en el pub Mañana.

—¿La televisión que vemos es tan mala como parece?

—No, pero parece cada vez peor. Toda la parte de entretenimiento y las series son bastante respetables. Son peor los informativos, que están demasiado sujetos a la audiencia y apuestan más por contenidos como pueden ser las catástrofes que por temas de mayor importancia.

—¿Por qué entiende que se deben respetar los programas que conocemos como telebasura?

—En los Sálvame o Ana Rosa, más allá de los asuntos que traten, tienen mucho mérito. Hay que tener en cuenta que dedican muchas horas de programación diaria en directo a contenidos que sirven para entretener, ya que ellos no están obligados a formar.

—Como guionista ha trabajado en programas diversos. ¿Coincidió con Ana Rosa, por ejemplo?

—Sí. He trabajado con Pepe Navarro, José María Íñigo, Juan Ramón Lucas, Jordi González, Jorge Javier Vázquez o Ana Rosa Quintana, que es la que más me ha impresionado en un plató. Casi todos tienen algo que les hace especial, aunque también hay entre ellos algún bluf.

—¿Quiere decir divos?

—Los guionistas, en términos generales, mantienen cierta distancia con el presentador, y viceversa. Pocas veces se generan relaciones de amistad. Entre los guionistas sí hay camaradería real. En cierto modo, un programa de entretenimiento no deja de ser un circo del barroco con un desfile de mujeres barbudas, enanos y payasos con mucho talento. Trabajando en esos formatos se acaba casi desquiciado, pero es un producto realmente respetable.

—¿Nada es lo que parece?

—No tienen nada que ver las tripas de un programa con el resultado que el espectador ve. Es mucho más sencillo hacer un documental para National Geographic que sacar adelante cuatro horas diarias en Sálvame.

—Hoy firma ejemplares de su novela (quedan apenas unas decenas, pero ya está en itunes por 4 euros) a partir de las 19.30 horas en el pub Mañana, en la calle Almagro. ¿Es la obra quien le ha devuelto a casa 30 años después o de alguna manera se sentía obligado a darle luz en su tierra?

—Supongo que era necesario traer la novela a Zaragoza. De alguna manera se cierra el círculo. Nunca pensé en volver, pero el caso es que aquí estoy y supongo que me quedo. Cuando empecé a escribir esta novela soñaba con vivir de esto. Hoy en día sé que es imposible.

—¿Qué es ‘Virginia a nivel del mar’?

—Alguien dijo que era costumbrismo posmoderno y me gustó, aunque no tengo claro qué significa exactamente. Es una novela dominada por la figura de la protagonista y tiene cierto espíritu didáctico. Intento que los lectores se hagan una idea de cómo fue el principio del siglo en Madrid en los ambientes de diseñadores, músicos, guionistas y publicitarios. Me gustan los personajes que están al límite y que suelen acabar mal, como eran los románticos, como somos todos en cierto modo.