El primer ministro italiano, el joven Matteo Renzi, ha invitado recientemente a los miembros de la dirección de su formación política, el Partido Demócrata (PD), a que vean y estudien la serie televisiva de House of Cards, cuyo protagonista, Frank Underwood (Kevin Spacey), está inspirado en el personaje cínico y sin escrúpulos de El Príncipe de Maquiavelo, hijo de Florencia, como Renzi. Dos años después de asumir la dirección del Gobierno italiano, Renzi tiene prisa por avanzar con las reformas. "El país se moderniza ahora o no lo hará nunca", afirmó.

En las elecciones europeas celebradas en el 2014, el PD, del que es el secretario general, obtuvo el 40,8% de los votos, resultado jamás alcanzado desde 1958. Entonces aseguró que había ganado "para cambiar a Italia de verdad".

Renzi intentó tranquilizar a la izquierda y sindicatos, preocupados por que iniciara el desguace del Estado del bienestar: "Nadie quiere suprimir derechos, sino darlos a quienes no los han tenido nunca", les dijo. En el PD "estamos hartos de oír el relato de la historia de la izquierda. Ahora la queremos escribir nosotros". Renzi empezó a gobernar a veces aliado con la izquierda y otras con los conservadores, siempre con determinación y sin dudar, para acabar con la Italia salida de la segunda guerra mundial. Con la aparente desfachatez del maquiavélico Príncipe florentino.

Durante la presidencia italiana de turno de la UE y tras poner en marcha todas las reformas, Renzi se fue a Bruselas para decir a los 27 que "Italia está haciendo sus deberes" y para defender que el pacto de austeridad en realidad se llama "de austeridad y crecimiento". Para el segundo objetivo, el de crecimiento, a Italia debían concederle flexibilidad, o sea, poder endeudarse o simplemente gastar el dinero que estaba en la caja.

Un año después, la Unión Europea le ha creído --en noviembre le someterán a un examen--, y esta semana ha regalado a Italia 14.000 millones de euros (0,85% del PIB) en concepto de flexibilidad, lo que permitirá al Gobierno proseguir las reformas.

La tregua durará un año. La agencia de calificación Standard & Poors (S&P) ha puesto a Italia la nota BBB-, lo que viene a significar "país con perspectiva estable". S&P considera que "el Gobierno está aplicando gradualmente varias importantes reformas estructurales". ¿Con quién?

La izquierda está aún en alta mar. Renzi se debate dentro y fuera de su partido entre "ampliar el abanico progresista", como ilustra el nuevo alcalde de Londres, Sadik Khan, o zanjar definitivamente la división --centroizquierda, izquierda-- del que fuera el mayor partido comunista de Europa, el Partido Comunista Italiano (PCI).

La izquierda está dividida entre la "tercera vía" (socialdemocracia), así bautizada por Anthony Giddens --que siguieron Gerhard Schroeder en Alemania y Tony Blair en el Reino Unido-- y el socialismo de Jeremy Corbyn, actual sucesor de Blair en el Partido Laborista que, según Giddens, "ofrece un modelo ya superado".

Muchos acusan a Renzi de ser "un Berlusconi de izquierdas". Es resultón en la tele, no habla el idioma de los políticos sino el de los ciudadanos, salpica sus discursos con bromas populares, explica las reformas utilizando el power point y se comunica a través de Twitter. Pero la comparación con Berlusconi no se sostiene, por la diferencia de medios económicos y modales políticos y personales.

Su problema es que, por encima de todo, Italia tiene una deuda pública que, como un vestido demasiado pequeño, actúa como lastre de cualquier reforma: 2,228 billones de euros (132,7% del PIB), la más alta de la UE, después de Grecia. Esta situación no le ayuda a establecer ningún frente común estable con los partidos progresistas de Europa. Los italianos siguen preguntándose si Renzi es de izquierdas o de derechas, a lo que el interesado responde: "El PD es un partido de izquierdas con una visión reformista que se puede ampliar a los más moderados". Con esta perspectiva, ha organizado en Roma una reunión de todos los partidos progresistas de la Eurocámara, de la que debería salir una plataforma europea de las izquierdas con vistas a ofrecer "un crecimiento sostenible". Tal vez una "cuarta vía" del socialismo europeo, que afronte aceptablemente la situación actual, pero también los desafíos de la popularidad que están adquiriendo la extrema derecha y los indignados en varios países de la Unión Europea.