Se dice que detrás de cada gran hombre en la historia hay una gran mujer. Pero lo que no se dice es que detrás de los hombres más maquiavélicos se han escondido a menudo mujeres aún más retorcidas. La tétrica historia del ministro de Propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, y su mujer, es conocida por el trágico fin de sus seis hijos, que murieron envenenados por su madre, Magda Goebbels, tras la derrota del nazismo, en el mismo búnker en el que Adolf Hitler se suicidó. Seis décadas después, los testimonios de Käthe Hübner, la niñera de los Goebbels, en el libro Los hijos del ministro del Reich , arrojan luz sobre el día a día de la familia modelo del ideal ario nazi.

El libro, escrito y editado por Petra Fohrman, no busca convertirse en un best-seller , sino mostrar la rutina de uno de los matrimonios más siniestros de la historia. Käthe Hübner entró al servicio de la familia Goebbels el 1 de noviembre de 1943, en plena segunda guerra mundial y con el fin del nazismo en el horizonte.

Familiares normales

En el libro, Käthe Hübner llega a definir a sus jefes como "una familia bastante normal", ahorradores y sobrios, y relata su relación cordial con Magda Goebbels, por la que siente una admiración no confesada, pero que no puede ocultar. "Es absurdo, pero la calidad de la atmósfera y el perfume que emanaba, su fragancia, seguía presente en mí, incluso cuando llevaba tiempo fuera... Me gustaba oler a Magda Goebbels", dice Hübner en un pasaje del libro, antes de sentenciar: "Magda Goebbels y yo teníamos una buena relación".

Magda era la mujer detrás del terrible genio. Perdidamente enamorada y convencida del proyecto de Hitler, se casó con Goebbels sólo por estar más cerca del Führer. Puso a todos sus hijos nombres con H inicial, en homenaje a Hitler, y decidió asesinarlos tras el suicidio del dictador porque, según ella, no merecía la pena vivir sin el Führer.

Las descripciones de la que fue su niñera en sus dos últimos años de vida no mejoran su imagen: "A veces iba a visitar a Goebbels a Berlín, otras veces tenía invitados para el té... No sé lo que hacía aparte de eso. Magda no estaba a disposición permanente de sus hijos".

Dice Hübner que el acercamiento de la matriarca Goebbels al budismo la hacía creer en la reencarnación y en que sus hijos tendrían una vida mejor después. También por eso permitió que cada uno durmiese con su objeto favorito durante su última noche, para que así pudieran llevárselos al paraíso. Las fotografías de los cuerpos sin vida de las cinco niñas --Helga, Hildegard, Hedwig, Holding y Heidrum-- y su hijo, Helmut, en el suelo y con camisones, es una de las más impactantes de aquellos días. Joseph Goebbels tampoco queda reflejado como padre ejemplar. Cuando Hübner estuvo a su servicio, Goebbels pasaba casi todo su tiempo en Berlín, lejos de la casa de Wandlitz, donde sus hijos vivían casi todo el tiempo. Excomulgado por la Iglesia por casarse con una divorciada, no dio a sus hijos una formación religiosa, pero sí les hacía rezar antes de las comidas. La autora relata algunos momentos cotidianos, y su predilección por el varón Helmut, al que quería ver "orgulloso y luchador".

Los juegos de Helmut

Hübner cuenta algunos de sus juegos: "Jugaba a perseguir a los niños. Helmut se arrastraba bajo la mesa y cogía a Goebbels por el pie para que cayera".

Con la muerte de los Goebbels, se cierra el episodio de las muertes que siguieron la estela del suicidio de Hitler, y Hübner quedó expuesta a las represalias de las fuerzas soviéticas que liberaron Berlín.

Pero, en un golpe de astucia, la niñera se hizo pasar por sordomuda y evitó los interrogatorios. Desde ese día, Hübner había mantenido su historia personal para sí misma, hasta que el libro de Fohrman la convenció a hablar. Su historia recuerda a la de la secretaria personal de Hitler, Traudl Junge, cuyo diario es la base de la película El Hundimiento , reflejo de los últimos días del Führer en su búnker.