Muchos escritores guardan una estrecha relación con los institutos. El contacto de los autores con los alumnos, y, gracias a los talleres literarios y a los cursos de iniciación a la lectura, el ejercicio de análisis de texto, viene enriqueciendo a unos y a otros. Por eso acepté encantado la invitación del IES Valle del Jiloca, radicado en Calamocha, para conmemorar con sus profesores y alumnos los 25 primeros años del centro.

Dos de los profesores del claustro, Fernando Boj y Patrocinio García Muñoz, se habían encargado de la meritoria tarea de coordinar un volumen coral, con una treintena de colaboraciones y abundantes ilustraciones fotográficas, en el que se repasa la historia del Instituto de Calamocha, sus directores, los alcaldes impulsores, los recuerdos del profesorado y de algunos exalumnos, de los padres, del personal educativo. Por cierto que uno de esos exalumnos era y es Marco Aurelio Rando, subdelegado del Gobierno en Teruel, y un político elegante y con futuro. Rando presidió el acto de las bodas de plata junto con las autoridades docentes, comarcales y locales, y el director del centro, Manuel Conejero, muy apreciado en la localidad a la que presta servicio.

Los alumnos de Calamocha se han movido mucho. Han estado en múltiples ciudades españolas, en Guatemala, en las sedes europeas de Bruselas, donde se fotografiaron con Marcelino Oreja, y, sin necesidad de moverse de casa, han disfrutado, a lo largo de los últimos años, de la ocasión de dar la bienvenida a Camilo José Cela, a Lorenzo Silva, a María Barranco, a muchos otros y altos representantes del mundo de las letras, las artes, la cultura.

En una comarca económicamente muy activa, como lo es la de Calamocha, pero deficitaria en población, la actividad sostenida de un centro de estas características contribuye de modo vital a fijar la demografía. Al mismo tiempo que los jóvenes se van introduciendo en las áreas del saber, aprenden también a valorar sus raíces.

A todos ellos, a padres, profesores y alumnos, les hablé sobre el poder de la palabra, sobre la seducción del lenguaje. No existe herramienta más poderosa en el mundo. Los antiguos asociaron el poder al dominio de los hombres --aunque De Gaulle afirmaría que el poder es la impotencia--, pero creo que el poder es la palabra. La razón. El conocimiento. Así ha sido, desde los tiempos bíblicos, cuando la palabra se hizo sagrada, hasta que Fiedrich Nietzsche notificó la muerte de Dios. La palabra hace inmortal el corazón del hombre. Por eso no recordamos tanto la vida de los grandes hombres como su palabra, su pensamiento. Por eso, mientras la ciencia no descubra la vida eterna, la palabra será el único instrumento capaz de derrotar a la muerte.

El Instituto ofreció un vino en la sede de los cursos de Industria Alimentaria. Una buena iniciativa destinada a formar técnicos especializados en un sector en expansión. Un profesorado serio, y un alumnado capaz, en sus primeros cursos, de elaborar productos de primera calidad. Otro éxito para Calamocha.

*Escritor y periodista