La educación siempre ha sido para mí, una parte fundamental de nuestras vidas. Y lo ha sido por muchas razones: porque se produce en los inicios de nuestras vidas, cuando todavía no estamos contaminados por todo tipo de circunstancias; nos va configurando el futuro que se nos va a presentar; tiene una participación compleja que es necesario se transforme en complementaria, ya que intervienen familia, escuela y en menor medida el entorno; nos integra en la sociedad de la que formamos parte por nacimiento, pero que lo será por decisión y posición y sin duda otros elementos que los expertos en la materia serían capaces de plasmar con el rigor que da el conocimiento y el estudio.

Qué duda cabe, que la figura del maestro en la conformación de nuestra educación es un eje principal para conseguir los fines buscados, ya que los padres, siendo muy importantes, tienen además otras responsabilidades para con nosotros y en esta reflexión que pretendo llevar a cabo, quiero centrarme en ese papel de magisterio que recibimos en la escuela.

No quiero analizar los instrumentos que los maestros deben utilizar para realizar su trabajo, en esencia por mi falta de especialización en la materia ya que eso podría llevar a pronunciarme más con el estómago que con el cerebro, pero si me gustaría decir la transformación que espero, en unos niños, en ese periodo educacional, porque es muy fácil. Deseo que cuando salgan de la escuela sean personas convertidas en ciudadanos, con capacidad de integración, de participación y de respeto a sus conciudadanos en la sociedad de la que entran a formar parte y que lo hacen de manera responsable y solidaria. El resto de conocimientos (leer, escribir, sumar, restar, etc.) son técnicas necesarias pero no imprescindibles.

La historia nos ha mostrado personajes, de los que llamamos analfabetos, que sin embargo han sido un ejemplo de persona y ciudadano y no reniego con esto de las técnicas, pero todo en su valor. Los momentos que vivimos hoy, que son más de preocupación que otra cosa debido a la ya famosa crisis, que nos obliga a pensar en economía de la mañana a la noche y nos olvidamos, que tenemos la principal tarea de continuar haciendo futuro. A través de nuestros hijos. Por esto la educación siempre es barata, porque produce más valor de lo invertido, haciéndolo además, con la ambición de nuestra propia sangre.

En estos últimos días he leído una noticia, que debo confesar me ha emocionado profundamente: César Bona, maestro, que además es paisano nuestro, está entre los finalistas de lo que llaman Premio Nobel de la Educación. He tenido la oportunidad de leerlo y escucharlo y debo manifestar que me he sentido orgulloso, que me he encontrado ante quien sin una sola pregunta dejaría a mis hijos en sus manos, alguien con quien compartiría bajo sus directrices su educación; la transformación de un niño en ciudadano, en un hombre de ejemplo.

César Bona, es como un amanecer que transmite la luz, la paz, las ganas de vivir. Es un ejemplo, no sólo para los maestros, que seguro que hay muchos César Bona, sino para todos nosotros ya que entiende la educación en su más alto fin y genera una esperanza de un futuro mejor y más limpio para todos.

Aquí y ahora no quiero felicitarte maestro, quiero hacerlo a todos nosotros por la suerte de tenerte a ti.

Presidente de Aragonex