Era previsible que una situación continuada de bloqueo institucional afectara a los aparatos orgánicos de los partidos, generando dudas estratégicas, tácticas, y en último caso disputas internas, incluidas algunas puñaladas. Por orden de lista, la mayor crisis la ha protagonizado el PSOE con esa implosión inducida. Podemos, mientras, debate o discute un modelo de organización centralizado o coordinado. Más sorprendente es que en el PP, que solo tiene que esperar a que caiga la fruta madura, los jóvenes vicesecretarios se rebelen contra el posible coste de la jungla judicial en la que está en juego la presunta financiación ilegal del partido.

Sus prometedoras carreras no acaban de ver clara esa secuencia oficial que va desde la defensa previa y furibunda de la presunción de inocencia (no para todos) hasta el «son cosas del pasado» sin detenerse en el tiempo presente y la asunción de responsabilidades políticas, al margen de las penales. Discurso que, sin embargo, sí compra Ciudadanos, formación líder en giros y piruetas que nació para ser garante de la regeneración y que ya tragó con que malversación, prevaricación y fraude no fueran considerados corrupción. Tanta flexibilidad solo refuerza la sospecha de que su misión es ser el pegamento milagro del bipartidismo quebrado, y que tras esa insistencia en que su prioridad no es gobernar ni ganar sillas están las maneras de esos poderes fácticos que no se presentan a elecciones pero que mantienen el control.

Comprometiendo su credibilidad «por el bien de España», como dijo el propio Rivera, el partido que muchos ven como el brazo político del Ibex-35 solo se sienta a la mesa con PP y PSOE; descarta a Podemos y no digamos a los nacionalistas, pese a que sus escaños son tan legítimos como los suyos. Esa actitud involucionista le sitúa a la derecha incluso del PP y es la causa última del verdadero bloqueo que territorialmente no tiene otro punto de encuentro que un federalismo negociado.

Pasan los días, las declaraciones judiciales, los escraches y los comités federales y nada cambia. Unos y otros pretenden hacer valer su hipócrita oportunismo personal y partidista al que disfrazan de supuesta «labor pedagógica» sin detenerse en la primera tarea: cómo revertir las políticas concretas que han hecho que el nuestro, desde el 2008, sea el tercer país de la UE con mayor tasa de pobreza y exclusión social. Está en juego el futuro de los ciudadanos. Los de verdad. H *Periodista