Subiré a Sallent al concierto de Bunbury y antes del R&R comeré con un grupo de sabios amigos, cuya conversación seguro que me proporciona tema para futuros artículos. Además, como es sabido, el Pirineo me encanta, aunque cada vez renqueo más andando por la montaña. A finales de agosto tengo también cita en Castejón de Sos (las Jornadas de Periodismo de Altura, que organiza mi colega Enrique Serveto), y así iré pasando este verano, a la espera de si Rajoy moja o vamos a otras elecciones.

Conste que me da igual si hay nueva convocatoria o cien más. ¿Hay que cubrir (en el sentido periodístico del término) otra campaña? Se hace y listo. Sin agobio ni pasión. Ya no espero grandes maravillas de los unos ni de los otros, sobre todo de aquellos. En diciembre del año pasado y ahora en junio me chupé unos cuantos mítines, debates y demás sin escuchar apenas nada que mereciese la pena. Encima, cada vez que alguien subía a la tribuna y largaba un discurso medio interesante, los asistentes empezaban a distraerse y a susurrar que la candidata o candidato estaba equivocando el tono, porque un acto electoral no es, precisamente, una sesión académica. Al personal le hablas de la educación, del cambio climático o de la economía colaborativa... y se aburre. Hay que proclamar obviedades y declamar frases empezando pianísimo y acabando en crescendo. ¡Hala!

A día de hoy (que diría Sánchez), ser político no es ninguna bicoca. Sobre todo para el que actúa desde marcas no conservadoras. Aquí, a la gente de orden y de respeto se le supone desde siempre (es lo que tienen siglos de autoritarismo y sumisión) una voluntad explícita de hacer de su capa un sayo, ganar mucho dinero en actividades no productivas, evadir impuestos, chalanear con los amigos, pagar sueldos miserables y borrar los discos duros de los ordenadores para evitar compromisos. Claro que si eso mismo, u otra marranada por mínima que sea, lo hace un mindundi sociata y no digamos un perroflauta podemista... Entonces han de tronar los cielos.

Vale. Me piro al pantano de Lanuza. La música amansa a las fieras.