Resuelta la situación conflictiva que se generó durante la negociación de su convenio, la planta de Opel en Figueruelas vuelve a tener despejado el futuro a corto y medio plazo. El proyecto de fabricar en ella el nuevo Corsa eléctrico abre de repente un abanico de oportunidades que es preciso saber rentabilizar en la medida de lo posible.

No es este el momento de echar las campanas al vuelo y refugiarse en la adormecedora rutina, a la espera del próximo susto. Opel forma parte ahora del grupo francés PSA, está dentro, más que nunca, de la vorágine que arrastra al sector del automóvil, su futuro no se decide en Aragón y, en consecuencia, mantener aquí tan importante instalación exige, entre otras cosas, tomar ahora iniciativas para anclarla, además de utilizar su estela para fomentar la diversificación económica.

El Gobierno aragonés, otras instituciones como la Universidad, los empresarios y la propia sociedad civil están llamados, como ha propuesto UGT, a fomentar la formación de cuadros y trabajadores muy cualificados, a facilitar (pero de verdad) la innovación y el desarrollo, a proponer a Opel fórmula de colaboración en ambos sentidos, a impulsar la industria auxiliar apoyándola para que desarrolle su propia tecnología.

El coche eléctrico puede situar a Figueruelas y Aragón en una nueva era. Aprovechémoslo.