Es todavía madrugada cuando salimos de ese puerto. El destino es incierto y las olas dan más miedo aún de cerca. Hoy hemos tenido suerte. Ayer no pudieron salir otras muchas embarcaciones porque esos hombres que gritan tan fuerte dicen que con más de metro y medio no es seguro. La barca es muy frágil. Es hinchable. Y da la sensación de que esos hombres que gritan tan fuerte deben de tener algo que ver con la elección porque casi todas las que he visto en la arena eran exactamente iguales.

Quizá alguien está haciéndose muy rico con nuestro miedo. Es viernes. O eso me han dicho. Dicen los hombres que gritan muy fuerte que es el mejor momento para salir. Quizá los controles se relajan y por eso tanta gente a la que he conocido estos meses cree que su momento ha llegado en este fin de semana. Tengo 17 años y nací en Nigeria. Mi nombre es Steve. Han pasado unas cuantas horas desde que salimos de Libia. Nuestra embarcación empieza a tener problemas y lanzan una llamada de socorro.

La espera se hace eterna pero al final vemos llegar un enorme barco azul y blanco. Tiene varias plantas. Pero mi mirada se va hacia la proa. Siete grandes letras. Siete maravillosas letras que consigo distinguir en la distancia mientras se acerca: DIGNITY. Cuando por fin estoy a bordo la doctora que viste un chaleco blanco me atiende. Dice que mi fiebre alta seguramente se deba a un brote de malaria y que los temblores de mi cuerpo se deban al miedo que aún me acompaña. Me dice también que viajar solo no ayuda a espantarlo. He pasado unas horas con ella y el resto de la tripulación. Ya no quiero irme de aquí. Sé que es un barco, pero por primera vez en muchos meses me he sentido a salvo. No quiero irme.

Lo digo y lo repito, pero me insisten en que no es posible. Estamos llegando a un puerto de Italia y tendré que bajar. ¿Y ahora qué? ¿Qué será de mí?

El testimonio de Steve es real aunque su nombre sea ficticio. Es el testimonio de muchos seres humanos que están siendo rescatados este verano en aguas del Mediterráneo por el barco de Médicos sin Fronteras, el Dignity. Maravilloso nombre para el barco de una organización humanitaria que está asumiendo la labor que debería hacer la Unión Europea. Una oenegé que ha comprado el barco, que paga la tripulación, que forma a su impresionante personal y que salva vidas.

Un dato para la esperanza: en solo cuatro días han rescatado a 722 personas. Sí, 722. Un dato para la vergüenza: el presupuesto de Médicos sin Fronteras en esta operación de rescate es de 2,5 millones de euros. La operación Tritón de la Unión Europea se inició con 2,9 millones mensuales. Después lo aumentaron a 10. Estos son los datos. Tuyas son las conclusiones de un verano que acaba de empezar.

Periodista