Puede verse estos días en la cartelera La gran apuesta, una película de Adam McKay que analiza la crisis del 2008 con recursos narrativos muy próximos a la realidad, y con una decidida vocación de autocrítica.

Al espectador, en su mayoría lego en los arcanos de la economía mundial, se le expone el gigantesco pufo de Lheman Brothers y compañía bastante mascado, de manera que pueda sacar sus propias conclusiones acerca de adónde irían a parar los ocho billones de dólares que desaparecieron en el gran agujero del reciente crack.

El Tesoro USA y el presidente Obama no tuvieron más remedio que apechar con el rescate de un sistema bancario destrozado por las hipotecas basura y la permisividad de la administración Bush, en el entendimiento de que el sistema financiero es a los Estados Unidos como la sangre al cuerpo humano.

Unos pocos años después, todo está volviendo a la normalidad, con claros signos de recuperación en una Wall Street que espera a los republicanos como agua de mayo no para dedicarse a practicar la solidaridad social, sino para volver a hacer de las suyas.

En España, los señores de la banca y de las finanzas han aprendido a hacer grandes trucos, aunque no todos hayan salido bien y algunos de ellos se vean obligados a seguir ensayando el espectáculo en la cárcel.

Para entender un poco mejor qué es lo que ha pasado estos años atrás en nuestro país y qué está ocurriendo hoy, ahora, con las multinacionales, las patentes, los sueldos, los contratos laborales, los emprendedores, las ayudas europeas y un sinfín de temas es recomendable leer El libro prohibido de la economía, de Fernando Trías de Bes (Premio Espasa 2005). Con un subtítulo altamente clarificador: Lo que los bancos, las empresas, los gobiernos... no quieren que sepas.

En su introducción, el autor arranca con afirmaciones tan taxativas como: "Las estadísticas económicas se utilizan para engañar a la gente"; "Nos cobran impuestos que no tienen ninguna razón de ser ni legitimidad económica alguna"; "En las empresas se utilizan fabulosas herramientas comerciales para que la gente compre cosas que en realidad no necesita o que ni siquiera sabe por qué paga". Alcanzando la siguiente y desgarradora conclusión: "Nadie hace nada para corregir esto".

Escalofriante.