Ya les recomendé la exposición Desaparecidos que exhibe mi colega y amigo Gervasio Sánchez en el Centro de Historia de Zaragoza. Ahora les cuento algo más sobre ella. Allí están los fragmentos más terribles de la historia reciente de Argentina, Chile, Colombia, Perú, Irak, Kurdistán, Camboya y Bosnia. Es el mapa crucial de las guerras sucias (¿hay alguna limpia?), del terrorismo de estado, de las detenciones, de las torturas, de los chupaderos, de las prisiones, de las tumbas secretas, de los cadáveres sin nombre, de las familias rotas, del dolor absoluto, de la lucha por la verdad, de la búsqueda de una mínima porción de justicia. Las fotos de Gerva cuentan todo eso, como si describieran un viaje más allá de la razón, una odisea en el planeta del horror (pero también del valor y la perseverancia), una inmersión en el mar oscuro de la maldad en estado puro.

Pero esa exposición que aparentemente nos saca de nuestro amable contexto tiene un epílogo tan lógico como impactante. Cuando parece estar acabando, alarga el cierre con una última sala que es, justamente, el obvio retorno a nuestro propio territorio. En ella volvemos a España para encontrarnos con la misma geografía de fosas, de esqueletos marcados por el tiro en la nuca, de hijas que muestran las fotos de sus padres desaparecidos. Se repiten las calaveras y las miradas, porque se repite el crimen. Esto también fue (y es) Chile o Camboya, Bosnia o Colombia.

¿Y extraña que haya observadores internacionales en el vergonzoso juicio a Baltasar Garzón? ¿Perturba que la memoria siga insistiendo en que el nuestro es el único país de Europa donde nunca hubo una causa general contra el fascismo? ¿Molesta el recuerdo de los muertos y enterrados?

Me importa un rábano si Garzón es un tipo vanidoso o si en algún momento quiso estar en política. Eso es irrelevante. Quienes intentan desactivar al llamado juez estrella lo hacen porque éste traspasó ciertos límites intangibles al hurgar en el pasado y el presente de España. Sólo por eso. Algunos quieren barrer bajo la alfombra de la amnesia y el neofranquismo la tierra y los huesos de las fosas comunes.